Okela: Espartanos en Cantabria

Una cita de Estrabón de su libro Geográfica III, es suficiente para que Pedro Santamaría trence una muy buena ficción histórica en su ópera prima.

En ella se alude a un tal Okela, del que nada más sabemos, como fundador de una nueva ciudad en tierras cántabras al frente de un grupo de espartanos.

Prácticamente a ciegas por la ausencia de documentación que sostenga la anotación del geógrafo griego, el autor usa su amplio conocimiento de las sociedades implicadas para construir un argumento lógico, aunque, insisto, ( y Santamaría así lo hace constar en los apéndices) absolutamente inventado.

No así las circunstancias que provocarán este peculiar viaje hacia el nacimiento del Ebro.

Mesenia, año 480 a.c El general espartano Okela sofoca una nueva rebelión mientras en Asia el gran rey de reyes Jerjes reúne un gigantesco ejército de dimensiones nunca vistas y que dará lugar a las segundas guerras médicas con el resultado que todos conocemos por las batallas de Termópilas y Salamina.

No son estas, sin embargo, los pilares centrales de la novela, sino las causantes junto con los nada favorables auspicios de los oráculos consultados, los que llevan a la sociedad espartana a emprender una expedición nada menos que al nacimiento del Ebro, para fundar una nueva Esparta.

300 soldados son arrancados de su mayor gloria, que no es otra que morir luchando por su tierra, con la misión de salvar su raza, sus leyes, su estirpe.

No les resultará nada fácil, pues en su "huida" hacia lo desconocido tendrán que enfrentarse a cartagineses y, sobre todo, a diferentes tribus íberas de hombres y mujeres morenos, bajitos, peludos y con cara de muy mala leche, osea, lo que hoy es España.

Dejando el rigor histórico al margen y aun cuando me cueste mucho creer que 300 espartanos renuncien a la lucha por un viaje con cientos de miles de persas en las puertas de su casa, la novela tiene su puntito interesante.

El hecho de que Santamaría renucie a narrar tan afamadas batallas, no significa que los hombres de Okela no acaben a tortas con todos los pueblos que encontrarán en su camino.

Me sorprende, y agradezco, un argumento tan atrevido para un debutante (en su día, hoy está a la altura de los más grandes) y una historia muy bien hilvanada.

En sus páginas también encontraremos las diferencias entre los distintos pueblos griegos, en especial con los atenieses, aquellos "padres" de la democracia, donde las mujeres eran meros recipientes de futuros varones herederos hasta de las miserias.

Mucho más adelantados los rudos espartanos e incluso más prácticos, dado que las tierras las heredaban las mujeres, (que eran iguales que los hombres en sus leyes) por la simple razón de ser más longevas.

Una ficción histórica muy aseadita, de apenas 400 páginas donde el autor cántabro ya apuntaba maneras, e incluso, con la prosa más cuidada que en libros posteriores.

Muy recomendable.