Él la llenaba de besos y una frase recurrente: quién mejor que yo va a saber lo que tú necesitas.
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Él la llenaba de besos y una frase recurrente: quién mejor que yo va a saber lo que tú necesitas.
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Algo se había removido dentro de ellos; algo que pensaban habían apagado para siempre. Un interruptor que se prometieron que no volverían a encender jamás; unos sentimientos que llevaron hasta lo más hondo de su ser y que ahora, no sabían cómo, habían alcanzado la superficie. Unos sentimientos de euforia que se entremezclaban con un miedo latente. Miedo a mostrarse como ellos eran. Miedo a que alguien consiguiera llegar a esa primera superficie donde se habían vuelto a instalar sus sentimientos. Miedo a ser heridos de muerte, una vez más.
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Mientras seguía mirando hacia ninguna parte, se preguntó cómo se recomponía algo descompuesto, cómo se afronta la soledad, cómo se empieza desde cero, sin casa, sin trabajo y con la única compañía de una perra, tan abandonada como lo estaba ella, en aquel lugar que, años atrás, le pareció perfecto.
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Helena se daba cuenta de que su luz había menguado y se había convertido en una especie de semioscuridad a la que se estaba acostumbrando.
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Como en aquella fantástica película de David Lynch, es esta una historia que rezuma sencillez y verdad en cada una de sus secuencias, una historia de desencuentros, de sentimientos contenidos, de palabras calladas, de orgullos estériles... Bien escrita, bien tramada, sin estridencias. Una gigantesca elipsis, un gran vacío en torno al cual giran las vidas quebradas de sus protagonistas, como un agujero negro del que no pueden escapar, oculto y oscuro, pero cuya presencia gravitacional es constante a lo largo de la novela, como una gran enigma por desvelar. Pero esta novela también es el cuaderno de bitacora de una historia de superación, en la que la protagonista deberá reencontrarse consigo misma y con los suyos en un momento en el que la vida llama a su puerta, o quizás finalmente el destino. ¡Muy recomendable! |
Carlos se lo había advertido: cada discusión deja un poso. Y ahí estaba ella, tomando un café amargo con un poso demasiado oscuro.
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Imágenes de una sonrisa perfecta y eterna junto al mar leyendo un libro cualquiera, como si nadie la estuviese viendo a través del objetivo de una cámara, como si ella no supiese que era observada. Imágenes de una joven demasiado hermosa como para estar sentada entre los árboles y que no fuera a ella a quien miraras.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?