 |
Con una mezcla de memorias, autobiografía novelada, y novela de crecimiento, Sandra Cisneros abarca en pocas páginas una variedad de temas como la pobreza, la importancia de la casa/ propiedad/hogar, el nombre propio, la identidad, los antepasados como su abuela, la herencia, la inmigración, las cuestiones de género, el lugar de la mujer a través del tiempo, la violencia doméstica y el abuso sexual. EL lector se siente acongojado por las experiencias de vida de la autora que están ficcionalizadas y que son muy fuertes. La falta de comida, las continuas mudanzas e, incluso, la casa propia que no se siente como un hogar pero es el único lugar al cual regresar, la única referencia pobre peto segura. Las descripciones y problemáticas de los distintos personajes que son sus vecinos muestran otras aristas de las aflicciones que padecen los habitantes de los barrios con más carencias. Si bien el personaje principal reniega de su nombre Esperanza, que es la única herencia familiar que tiene, para ella es una carga y no deja de barajar otros nombres que a ella le gustan más. No obstante, su nombre es el mayor indicio positivo del libro, ya que la propia autora pudo salir de ese lugar y retornar literariamente allí. La transformación y sublimación de los sufrimientos dieron como resultado este relato tan crudo, tan directo, tan vívido y real para el lector. A través del personaje de Esperanza, el lector tiene la posibilidad de sentir cómo es la vida en la casa de la calle Mango Street. Es increíble cómo un relato tan corto puede condensar problemas tan fuertes y actuales. Y, a pesar de los temas tan difíciles que se abordan, la lectura es fluida, agradable y no se puede dejar de leer. Debe ser que el tamiz de la perspectiva de una niña suaviza lo que de otro modo sería dificultoso de leer. |
>
