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No voy a negar que este tercer libro del Archivo de las Tormentas se me hizo un poco bola en su primera mitad, de hecho tenía que haberlo terminado en 2020 y el retraso que acumulé en noviembre hizo que no pudiera ser. ¡Pero oh que último tercio! de nuevo el autor coge carrerilla y hace que aguantes la respiración página tras página, revelación tras revelación. ¡Qué batallas, que momentos tan épicos! No lo ocultaré. Lloré de pena y de alegría, me reí, a carcajadas incluso, me emocioné, me enojé… y también quise que a algún personaje lo partiera un rayo en el acto… pero si así fuera no habría historia, ¿verdad? Me encantó reconocer a cierto personaje de cierto libro, ¡qué intriga!, ¿qué parte tendrá en lo que queda de saga? Y confío en la redención de otros… ya veremos. Dalinar, ¡oh, Dalinar! Y Shallan, mi niña… (aviso a navegantes, esta es mi reseña y los “shallan-haters” están proscritos). Adolín, confío en tus posibilidades, aún nos vas a dar sorpresas. Y Renarin… tienes mi corazón, yo también creo en ti. Teft, sin palabras, se te quiere. de Kaladin no digo nada porque no puede ser más maravilloso (casi tanto como Lift, jajaja). Me faltaron cositas que se podían haber contado un poco más, otras tal vez un poco menos. Pero como siempre, Brandon lo ha conseguido, sorprendernos y dejarnos con ganas de más. Ahora haremos un inciso antes de meternos en la “cumbia bélica” porque parece ser que es mejor leer antes la primera trilogía de la Bruma, así que allá voy con mis queridos #sandersonspren. |
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