El verano que aprendimos a volar

Lara llega al camping para trabajar este verano, ya ha terminado sus estudios pero tampoco sabe qué hacer con su vida, lo que tiene claro es que no quiere depender de sus padres. Además tiene una relación que es cómoda para ella.

Asier (suspiros) también trabaja en el camping, es un chico único y ve la vida de una manera que me ha encantado. Aunque tiene algo en su pasado que le pesa mucho y no es capaz de pasar página. Un chico risueño y con ganas de comerse la vida.

Se conocen nada más pisar Lara el camping y si esa imagen de Asier sin camiseta y sudada aún no me la puedo quitar de la cabeza. Desde ese momento una conexión entre los dos empieza, que irá dando paso a una atracción pero que ambos respetarán que Lara tenga pareja.

Pero es que el novio de Lara se la juega y desde ese momento no hay ninguna barrera para que Asier se acerque a Lara de la forma que él desea. Un romance a fuego lento, de esos que te hacen suspirar; con sus pasos para atrás y hacia delante. Y con los miedos de los dos, porque los dos tienen sus cosas y no va a ser fácil que en algún momento salten los miedos y la desconfianza y en esos momento se masca la tragedia.

Y no es solo el romance que entre ellos dos surge, es cómo le hace ver Asier a Lara que no debe de cambiar por nadie, que siempre tiene que ser ella y sobre todo que tiene que abrir su alas y volar alto y libre, que nadie debe cortar sus alas y sus sueños. Qué ella es libre.
Aunque su amor tiene fecha de caducidad, Asier lo deja claro a Lara claro desde el principio.

Asier ha sido un personaje que he adorado y he querido, pero tengo que decir que el motivo porque el que le pone fecha de caducidad a lo suyo con Lara lo puedo entender y sé que necesita pasar primero esa página para poder ser libre, pero me ha faltado por su parte empatía hacia Lara, el dolor que ella puede sentir y cómo se quedara.