El contacto
lo deciden, juntos, la carne
y el fuego. Entonces se funden
en lo tibio, que es
la mitad de la sangre.
Nos habremos encontrado
con el flanco desconocido, con el golpe,
con la herida; también con lo suave.
Y la seda resbala, se desprende
del tacto angelical, y los dedos
se quedan sin nosotros.