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Regreso al preventorio podría verse como la segunda parte de “Preventorio” pero no es así, aquí no se repiten personajes ni historias, lo único que les une a ambas novelas es el escenario tenebroso del Preventorio de Aigües y que ambas se mueven en dos líneas temporales, un pasado terrible en ese lugar y el presente. En “Preventorio” los protagonistas eran una pandilla de jóvenes en busca de experiencias sobrenaturales, eso hizo que la narración se sintiera juvenil. Nuestro autor logra despegarse de esa primera parte, escribiendo una novela realmente novedosa y peculiar, sin volverse reiterativo apelando a su novela anterior, el cual es un error en el que muchos autores caen. En este caso podemos quedarnos tranquilos. “Regreso al preventorio” la moverán una pareja de Guardias Civiles, Claudia e Iván, enviados a responder a una alerta sobre actividad sospechosa en los alrededores del ruinoso edificio, aquí tendremos escenas de tensión y puro terror, cuando se enfrenten cara a cara con algo que no es de este mundo, al ser dos personas ya adultas todo desembocará en una escritura más madura. Comenzará días después de lo que fue el final en la otra novela. ¿Por qué Claudia cree reconocer ese sitio? Viviremos auténticas escenas de un terror que nos parecerá muy real cuando los guardias civiles respondan a la llamada, tendremos elementos paranormales y apariciones espeluznantes, de fondo una terrible tormenta que junto a la noche dejará todavía más sombras tenebrosas, la atmosfera creada simplemente es inmejorable. El segundo espacio temporal pertenece al año 1950, donde un niño llamado Marcos, de tan solo diez años de edad, es enviado allí para tratar su enfermedad. Marcos y otros niños representarán en esta historia la inocencia, que es algo que jamás se debe mancillar, ellos elevarán las cotas del horror… Ambas narraciones nos proporcionarán la adrenalina y el suspense extremo que todos buscamos en esta clase de novelas, dejándonos con esa sensación helada en la espalda, algo que muy pocos autores o novelas pueden lograr. Carlos Samper quiere un lector asustado pasando capítulos, para ello empezó fuerte en sus primeras páginas con un doctor experimentando y un hombre cazando vidas… tendremos al "mad doctor" de turno sacado de las historias pulp, tendremos atisbos de lo desconocido, formas que veremos moverse por el rabillo del ojo, y al darnos vuelta no habrá nada allí... la llegada de Marcos también tendrá un momento de auténtica pesadilla con esa niña en la curva con un rosario en las manos gritando… una imagen que solo verá él. Fantasmas, criaturas desencarnadas, el frío de un mundo preternatural que invade el nuestro y la impotencia de saber que nada podemos hacer para evitarlo... Carlos trabajó un terror magnífico, introduciendo el elemento aterrador en la cotidianeidad, en un proceso que lleva al lector a un shock del que no se recuperará... Una escritura que denota confianza en el autor con su ficción creada, personajes desarrollados, tocando temas delicados casi tabús que duele leerlos. Su lenguaje fluido atrapa moviéndose entre la tristeza y la crueldad, la tensión es insoportable. Capítulos cortos alternándose ambos tiempos, incluso reviviéndose. Niños, niñas, monjas malvadas, ancianos no tan amables… y en el presente, sillas de ruedas moviéndose solas, linternas que se apagan, aquello que habita en la oscuridad… ¿Quién es aquel al que los niños temen decir su nombre? La escena de la sala de juegos es brutal. Buscaba leer una muy buena historia de terror y Carlos Semper supo escribirla. Quizás el final fue demasiado abrupto, aunque muy apropiado. Lo que dejó entre esas páginas fue extraordinario. Un gran escritor de terror patrio a reivindicar, de cuya pluma ha demostrado poseer el arte de construir tramas escalofriantes. Sí todo lo que he escrito no fuera suficiente, al final encontrareis un relato inédito. Pasas miedo, mucho miedo y esa es la clave de los libros de terror, si no logras sentir eso mientras lees, mal asunto. Os animo haceros con los dos ejemplares y leeros al caer la noche. ¿Qué hay tormenta o es Día de muertos? Mejor que mejor. |
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