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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
22 October 2018
Una invitación de boda es una tarjeta más o menos coqueta donde la mayoría de las veces la gente deposita montones de ilusión y futuro. También tiene, por así decirlo, un propósito definitivo: el de alinearse con otra persona para recorrer juntos un camino vital y ser felices para siempre...

La novela es un tanto confusa en su inicio, y tardamos un rato en ubicarnos. Después nos vamos haciendo cargo de la situación y, cuando Lucía es capaz de de balbucear algunas palabras, ya entramos en el meollo del asunto. Y es que la invitación a la boda de Alberto ha provocado en ella una especie de catarsis llorona que la tiene paralizada en el desconsuelo, en el pasado, en lo que hizo y dejó de hacer, así como en todo lo que tenía y dejó marchar.

Alberto y Lucía siempre han estado juntos, ya sea físicamente o en el pensamiento Podían ser o no ser pareja en un momento dado, pero sabiendo que de alguna manera, al final, sus destinos les unirían en su relación intermitente aunque estuviera llena de inseguridades, encuentros y desencuentros.

Puede parecer que la invitación de Alberto es solo una simple tarjeta que anuncia buenas nuevas pero, en lo que concierne a Lucía, el pedazo de cartón supone un despertar y una ruptura unilateral del bucle Alberto-Lucía, Lucía-Alberto. Como no hay rompimientos sin dolor, nuestra protagonista los va a sentir todos al mismo tiempo encorsetados y encajados en su corazón, impidiéndole respirar, hablar y expresarse adecuadamente. Las lágrimas y el desamor, sumados a las pastillas que se ha tomado, la tienen postrada en un estado calamitoso en el que intenta comprender el cómo y sus porqués.

Pero Lucía no está sola. Tiene a esas grandes amigas que, para lo bueno y lo menos bueno, siempre estarán a su lado. Amigas en el sentido más amplio de la palabra, con todo el contenido y su continente. Esas personas de las que recibes los mayores elogios y las peores criticas, las que te paran los pies y tienen la suficiente confianza para hacerte ver tus caminos equivocados. En definitiva, esas amigas que siempre están ahí y das por hecho que no te van a vender por un trocito de su ego (a esas mejor las dejamos aparte). Lucía tiene a Clara y a Olga, sus amigas de siempre. Ellas serán las que pongan en funcionamiento los mecanismos para que nuestra buena mujer salga de su situación y madure de una vez y, para ello, lo mejor es centrarse en una ocupación y dejar de preocuparse u obsesionarse por lo que no está en sus manos.

Nueva York es el destino elegido para que sanen (o no) las heridas de su corazón y, a través de todos los planos cinematográficos rodados en esa maravillosa ciudad, veremos como poco a poco la protagonista va evolucionando en su dolor. Allí, las experiencias vividas irán acompañadas de tesoros encontrados en forma de animales de cuatro patas, cuyo amor y sabiduría harán que Lucía se reencuentre con su esencia, esa que tiene tan escondida debajo de su pena lastimera.

Los perros le harán conocer a sus dueños y con ellos vivirá las escenas más graciosas y rocambolescas, de las que saldrá más o menos con gracia, pero siempre aprendiendo y haciendo que cada nueva experiencia le ayude a entender sus porqués y los porqués de los demás. Y es que Lucía siente que, además de ella, aquellos que intentan ayudarle también deben lidiar con sus propios desencuentros, dudas y desilusiones, y eso le obliga a salirse del yo para centrarse más en el nosotros, madurar y dejarse de excusas y lloriqueos.

Una vida de perros es una novela donde descubrimos hasta dónde llega la elasticidad de la amistad, cómo de fuerte es ese sentimiento y cuánto podemos estirarlo sin romperlo, pues la autocrítica y una conversación sincera hacen que se recupere la forma original, se reviertan los daños y la amistad perdure. En la narración vemos que estas tres amigas, a pesar de sus diferentes pensamientos y procederes, participan de las cualidades necesarias (la honestidad, la flexibilidad, la empatía y la tolerancia) para poderse llamarse amigas, pese a todos sus encuentros y desencuentros.

Por medio de unas enseñanzas perrunas, Estefanía Salyers nos hace partícipes del crecimiento personal de Lucía, de la redirección de su vida y de su incipiente madurez, sin quitarle ni una pizca de gracia a la historia gracias a un lenguaje sencillo y ligero que hace que te enamores de todos los personajes, ya sean estos humanos o perrunos.

Por cierto, la cubierta es muy bonita; me ha encantado, al igual que la novela.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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