James Salter fue considerado durante muchos años un autor de culto en Estados Unidos. Su oficio literario es innegable y este año incluso ha estado a las puertas de alzarse con el Príncipe de Asturias de las Letras, premio que finamente ha sido concedido a John Banville. Treinta años han trascurrido desde la publicación de su última novela y a punto de cumplir los noventa años el autor ha regresado al panorama literario con "Todo lo que hay". Se trata de un libro muy bien escrito y de una notable calidad narrativa. Saltan a la vista la prosa depurada del autor, la palabra precisa que diría la canción, el gusto por la estética, las referencias cultas… Y además no faltan en el libro reflexiones interesantes y algunos pasajes de cierta hondura. Hay que reconocer que Salter llega a ser brillante en determinadas ocasiones y quizá solo por eso ya merezca la pena acercarse al libro. Sin embargo y aun reconociendo los muchos méritos que presenta su escritura, no puedo decir que este su último libro me haya fascinado. El propio autor dice de sí mismo que no es un gran fabulador y lo cierto es que en este libro no hay una trama que vaya en ascenso ni un hilo argumental definido y todo parece una sucesión de escenas, episodios y anécdotas, que al menos para mí, han revestido de desigual interés. Además al libro le faltan emoción y tensión narrativa, no hay apenas grandes momentos y los que hay no parecen estar preparados para causar sorpresa en el lector; todo se reduce a un cúmulo de escenas, muy bien escritas, sí, pero de las que no se sabe a ciencia cierta hacia dónde van. Se hace difícil conectar con los personajes, se sienten distantes, en parte por ese estilo del autor de contar las cosas a modo de crónica o documental; en parte también por esa estructura a veces confusa que salta de un punto de vista a otro. Los personajes me han resultado frívolos, superficiales y lejanos. Ciertos pasajes de la narración hacen ver que el protagonista busca desesperadamente la felicidad y el amor duradero pero sus actos parecen contradecirlo y al final la sensación que queda es que esa búsqueda se limita a la obtención del placer inmediato, sin esfuerzo ni pago de peaje alguno, la mayoría de las veces a través del sexo como única vía. No dejo de reconocer como loable la descripción de ciertos entornos y ambientes, sobre todo en lo que al mundo editorial en el que se mueve el protagonista se refiere, hábilmente retratado en una descripción llena de matices realistas, pero he acabado hastiada de tantas cenas y cócteles en restaurantes caros, de tanto lujo y glamour, de viajes estupendos y mujeres bellísimas de revista de moda, de sexo en hoteles de lujo… Pido disculpas por el chiste fácil y poco ingenioso pero ¿de verdad esto es "todo lo que hay"? ¿Dónde quedamos los demás? ¿Dónde las clases menos afortunadas? Lo mejor de la novela, aparte de la descripción del mundillo editorial con sus bajezas, traiciones e injusticias, es sin duda la escritura de Salter, que brilla por sí sola con ese estilo tan depurado y preciso, pero al libro le falta emoción y le sobra gente guapa. Enlace: https://elsindromedetsundoku.. + Leer más |