No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se que haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se que haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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Mientras esperaba me fui a la ventana la abrí e hice una bola de nieve directamente con las manos, sin guantes ni nada. La nieve estaba perfecta para hacer bolas. Iba a tirarla a un coche que había aparcado al otro lado de la calle, pero al final me arrepentí. Daba pena con lo blanco y limpio que estaba. Luego pensé en tirarla a una boca de agua de esas que usan los bomberos, pero también estaba muy bonita tan nevada. Al final no la tiré. Cerré la ventana y me puse a pasear por la habitación apelmazando la bola entre las manos. Todavía la llevaba cuando subimos al autobús. El conductor abrió la puerta y me obligó a tirarla. Le dije que no pensaba echársela a nadie, pero no me creyó. La gente nunca se cree nada.
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Creo que un día de éstos —dijo— tendrás que averiguar adónde quieres ir. Y entonces tendrás que ponerte en camino. Pero inmediatamente. No podrás perder ni un minuto más. Tú no.
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Si seguía allí era por ver si me entraba una sensación de despedida. Quiero decir que me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me iba. Y me revienta. No me importa que sea una despedida triste o que sea una despedida desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta saber que me voy. Si no, te da más pena todavía.
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“—Creo que un día de estos —dijo—, averiguarás qué es lo que quieres. Y entonces tendrás que aplicarte a ello inmediatamente. No podrás perder ni un solo minuto. Eso sería un lujo que no podrás permitirte.”
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“—[…] Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite llegar nunca al fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo caso dejaron de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera. ¿Me sigues? —Sí, señor. —¿Estás seguro? —Sí.” |
"La vida no es una partida que hay que vivir según las reglas del juego, depende de las cartas que te toquen si sobrevives o no"
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No sé por qué hay que dejar de querer a una persona solo porque se haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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-Oye, te había comprado un disco, pero se me ha roto al venir para acá. Saqué los trozos del bolsillo y se los enseñé. -Estaba borracho-le dije. -Dame los pedazos. Los guardaré. |
Me daba un aspecto de duro de película impresionante. Solo he tenido dos peleas en mi vida y las he perdido las dos. La verdad es que de duro no tengo mucho. Si quieren que les diga la verdad, soy pacifista.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises