Antaia

Marc Sabaté Clos nos traslada al mundo imaginario que creó, este no es otro que el reino de Ranhás, un reino en decadencia sometido a un emperador lejano.

Aquí nos veremos arrastrados hacia una novela épica cuya magia peculiar se encuentra en declive, e incluso no está bien vista.

Apartándose de los típicos clichés, este autor con sus palabras nos demuestra de manera cabal cuán importante es la ambientación de una historia y la riqueza conceptual de los personajes, para captar la atención del lector, que queda rehén de todas las circunstancias que el escritor quiera transmitir. Logrado esto, cualquier situación que se presente, por más irreal o absurda que a priori pudiera parecer, resultará sin embargo plausible y más que verosímil incluso para el más distraído de los ocasionales lectores, porque el increíble escenario que creó será una parte muy importante en el fundamento de la obra.

Un libro con reminiscencias a Tolkien… pero en un mundo crepuscular, un mundo que es como el eco de antiguas leyendas escuchadas por cada vez menos oídos y que arden en sus ansias por ser redescubiertas. Una novela que explora el concepto de decadencia, de los mundos de esta fantástica tierra y de sus no menos fantásticos habitantes. Allí las razas, como teriántropos, longevos…, se encuentran extintas. En Antaia los héroes ya no lo son, al igual que en el resto de reinos, la magia se apaga y las antiguas razas van desapareciendo y aquellos que deberían luchar solo se dedican a emborracharse. Sus dioses también decaen, al depender de ellos.

He de decir que no nos importará de qué autores bebió o se ayudó para crear su maravillosa historia, puedo y digo que su principio no hace sombra a ningún comienzo de los grandes libros de fantasía oscura. Leer a esa sacerdotisa y reina llamada Niadda, caminar por una playa vestida de blanco, cuya arena le es imposible absorber toda la sangre que dejan los miles de moribundos, y ella allí rematándolos y cortándoles luego la lengua, te pone los pelos como escarpias. La historia dará un giro cuando vea en esa playa el brillo morado de una joya semienterrada…

Estamos ante una narración coral, la construcción de sus muchos personajes es la otra parte a alabar del trabajo narrativo de Marc. Personajes típicos de la literatura fantástica, cuyos actos, en vez de ser heroicos, el autor los presenta dentro de una serie de antihéroes que más que hazañas nos muestran sus fracasos. Una inversión del andar del héroe, un tropiezo en su devenir heroico que le otorga un cariz agridulce a la trama.

Personajes más humanos que especiales, semioscuros, moviéndose entre conspiraciones y odios, buscando siempre un objetivo en sus vidas, los marcará la manera en que lo logran o fracasan. Estos actos de cada uno darán un giro al género llevándolo hacia escenarios más terroríficos. No son solo adornos en esta confabulación, sino que son esenciales para los mecanismos de la historia. Las mujeres sobresalen especialmente como individuos plenamente desarrollados que viven vidas completas dentro de esta ficción que se mueve en torno a una familia de reyes y príncipes problemáticos.

Destaca Niadda, todo empezará y girará con ella, reina y hechicera, esposa del sátrapa de Ranhás, llamado el rey Glerav, un teriántropo. Conoceremos a Odara capaz de renunciar a todo por la libertad, la vieja Sarys y el misterio que conlleva con ella o el joven Auric.

Su forma escrita es magnífica, tranquila de buen vocabulario, no tuve que leerme ninguna página dos veces, todo se entiende a la primera lectura. A veces se siente poética y otra dura como la vida misma. Los diálogos convencen por su realismo.

Resaltar una vez más las bellas ilustraciones interiores que acompañan la lectura, la portada de Juan Alberto y el prólogo de Juan Antonio Oliva.

Final abierto con un poso de esperanza, nos deja con ganas de saber más de este maravilloso reino de Ranhás.

Es una magnífica historia y eso es lo que buscamos todos. Siempre es un placer leer a buenos autores.

“Antaia” es un libro de fantasía oscura de corte medieval. A través de sus páginas nos adentramos en un mundo que está en decadencia, en el que la magia lleva años apagándose, donde la humanidad se deja arrastrar por sus vicios y en el que los dioses están desapareciendo. Un mundo en el que la magia juega un papel importante pero muy sutil, siendo los principales vectores de esta los demonios (sí, los demonios clásicos, aquellos que poseen cuerpos humanos aprovechándose de la esencia más oscura de la humanidad), los longevos y aquellos que pueden adoptar forma animal.
 
A través de los personajes vemos un claro reflejo de la desesperación que envuelve el mundo que estos habitan. Es por ello por lo que nos encontramos con personajes muy imperfectos pero muy humanizados, que luchan por encontrar su lugar en el mundo y que se dejan arrastrar por sus emociones. Protagonistas que, a pesar de ostentar roles típicos en novelas del género, se nos muestran de manera agridulce, haciendo hincapié en sus tropiezos y en sus fracasos, pero también en cómo se sobreponen para lograr salir de ellos.
 
A pesar de que no se llega a profundizar en él en exceso, sí que intuimos que más allá de la trama hay un extenso mundo con una construcción más profunda y trabajada de lo que se nos llega a mostrar, en especial en lo que a cadena de poder se refiere. Eso le transmite al lector sensación de verosimilitud, pero sin necesidad de bombardearle con una sobredosis de información del mundo que está visitando y que nada aportaría al desarrollo de la historia. Y es que, en general, toda la novela sigue la tónica de contar solamente lo justo y necesario para que podamos entender qué es lo que está pasando. Tónica que se ve reflejada, claramente, en el agradable estilo narrativo, sin abusar de las descripciones, pero sin llegar a ser parco en ellas.
 
Hay que tener en cuenta que es un inicio de saga y que, por lo tanto, la historia es bastante introductoria: lo justo para presentarnos el mundo, los personajes y el desencadenante del conflicto principal que será el eje conductor de las próximas entregas. Sin embargo, su final completamente abierto, nos deja un pequeño rayo de esperanza. Un resquicio de luz en mitad de la oscuridad.