El libro "El arte de los ruidos", de Luigi Russolo, destaca por su ingenuidad. Un siglo después, queda tristemente desfasado su proyecto "futurista" de añadir ruidos enarmónicos a la música; el futuro, a pesar de las arengas de los autodenominados futuristas, ha demostrado ser más rápido que los manifiestos. La concepción mecanicista (por su interés en la "máquina" como reflejo del futuro) y mecánica (por lo analógico de su tecnología musical) que con tanto fervor propugna el futurismo de Russolo ha quedado desbancada por el advenimiento de lo digital. Se refiere, por ejemplo, a los "infinitos timbres" que podrán reproducir los "infinitos entonarruidos" que se construyan; pero el "entonarruidos", instrumento de gran volumen y construcción artesanal, solo puede reproducir un timbre, cuando actualmente los lenguajes MIDI e instrumentos VST, evolución de los sintetizadores de hace algunas décadas, tornan el ingenio del "entonarruidos" una mera y desafortunada excentricidad. El sonido del "futuro" no es el de la ciudad maquinizada (por lo demás, una imagen manida que los futuristas adoraban y confundían con la quintaesencia de los nuevos tiempos), sino el de la posibilidad tímbrica "realmente infinita" del sintetizador y lo digital. Son interesantes por lo anecdótico las observaciones sobre los ruidos de la calle y los de la guerra; pero en libros como este vemos el fracaso que fue el proyecto futurista, condenado desde su inicio y por su naturaleza y limitación (¿no lo previeron sus defensores?) a ser superado por el mismo futuro que quisieron fosilizar. (Por otra parte, la música compuesta por el señor Russolo siguiendo estos principios, y usando sus propios "entonarruidos", bien puede ser un proyecto vital interesante, pero estéticamente supone un fracaso. Escúchese esta interpretación para salir de dudas: https://www.youtube.com/watch?v=IC3KM... ). + Leer más |