Las buenas historias necesitan de pocas palabras...
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Las buenas historias necesitan de pocas palabras...
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Todos los niños tienen en su corazón un lugar reservado para la mujer que los trajo al mundo. Es como un punto de luz que nunca se apaga. Una estrella en el firmamento.
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Yo era un muchacho solitario. Siempre lo fui. La mayoría de los chicos de la calle parecían interesados en cosas que a mí me aburrían y, en cambio, las cosas que a mí me interesaban no despertaban el interés de nadie a quien conociese. Yo había aprendido a leer: un milagro; y la mayoría de mis amigos eran libros.
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He aprendido que la soledad es a veces un camino que conduce a la paz. Y durante meses no he deseado más que eso, paz.
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En un mundo de luces y sombras, todos, cada uno de nosotros, debía encontrar su propio camino.
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La soledad trazaba extraños laberintos.
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(...) el futuro apenas deparaba para ambos más que la perspectiva de una simple amistad. Una profunda amistad. Un puente invisible se alzó entre dos mundos que se sabían separados por océanos de recuerdos.
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(...) no valía la pena perder el tiempo en intentar cambiar el mundo; bastaba con evitar que el mundo lo cambiase a uno.
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No valía la pena perder el tiempo en intentar cambiar el mundo; bastaba con evitar que el mundo cambiase a uno.
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(...) pero a veces, cuando la veo en silencio, junto a la ventana, mirando a la gente pasar, me pregunto qué es lo que ocupa su pensamiento. Ya no quiere salir de casa y pasa las horas con la única compañía de un libro. Es como si hubiese cruzado al otro lado de un puente, al que no sé cómo llegar…
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¿Quién es autor del libro?