Sentí que se me encogía la garganta y, a falta de palabras, me mordí la voz.
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Sentí que se me encogía la garganta y, a falta de palabras, me mordí la voz.
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Aquella casa yacía en perpetua penumbra, un balcón de oscuridades sostenido entre muros despintados. Olía a tabaco negro, a frío y a ausencias.
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Recuérdame, aunque sea en un rincón y a escondidas. No me dejes ir.
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Cada libro, cada volumen que ves aquí, tiene un alma. El alma de la persona que lo escribió y de aquellos que lo leyeron, vivieron y soñaron con él.
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Lo difícil no es ganar dinero sin más. Lo difícil es ganarlo haciendo algo a lo que valga la pena dedicarle la vida.
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Conserva tus sueños, nunca sabes cuándo te van a hacer falta.
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Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien bajas sus ojos a las páginas, su espíritu crece y se fortalece.
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Me sentí rodeado de millones de páginas abandonadas, de universos y almas sin dueño, que se hundían en un océano de oscuridad mientras el mundo que palpitaba fuera de aquellos muros perdía la memoria son darse cuenta día tras día, sintiéndose más sabio cuanto más olvidaba.
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Alguien dijo una vez que en el momento en que te paras a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre.
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“Pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que tarde o temprano (…) vamos a regresar”.
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¿Quién es autor del libro?