Rialto, 11

“Se anhela lo que nunca se ha tenido y se añora lo que se tuvo y se perdió”.

Muchos de los que amamos los libros hemos pensado en algún momento de nuestras vidas en que nos gustaría ser libreros. Belén Rubiano dio ese gran paso existente entre pensarlo y hacerlo. Rialto, 11 es la historia de un sueño sin final feliz, pero en el que cada día fue vivido intensamente.

Me ha parecido una lectura agradable que se hace amena porque las anécdotas se van sucediendo mediante capítulos muy cortos, de tal modo que si alguna resulta menos interesante enseguida llegas a la siguiente. Recuerdo que Diario de un librero también hablaba sobre el día a día de una librería, pero lo hacía con más sobriedad y sin la chispa que sí tiene Rialto 11.

Quizá me ha faltado encontrar un hilo conductor que uniese cada capítulo, una salsa que integrase los sabrosos ingredientes, un todo que fuese algo más que la suma de sus partes, pero me quedo con lo positivo. Me quedo con la capacidad de la autora para mirar al pasado asumiendo sus errores y valorando lo que tuvo.

"Rialto, 11. Naufragio y pecio de una librería"
Obra prima de @Belenrubiano.
@librosdelasteroide.
238 páginas *"Yo tenía una librería en Sevilla", comienza la autora
*Deseaba @icarobooks, en su comentada reseña de este libro, tener otra en la cordobesa calle de la Feria. Donde nací. Dicha vía, que desemboca en el Guadalquivir, se llama realmente de San Fernando. Lo mismo le sucede a la plaza Rialto (que era un cine) de Sevilla en cuyo rótulo consta del Padre Jerónimo de Córdoba.
*Parecía que venía predestinado (programado/con el "software" se dice ahora) a leer ya que mi casa natal estaba a una decena de metros, en línea recta, de la antigua calle Librerías, hoy Diario de Córdoba (porque de sus imprentas salió). Allí radicaban las de "La Verdad" (que imprimía los carteles taurinos) y "La Ideal". Décadas más tarde, una anónima - supongo que clandestina- librería de ocasión llena de breviario y misales. En la cercana y escalonada Cuesta de Luján recuerdo la "Librería Font" (con Alfonso Osuna que -años después, en la Librería Luque - se sabía todos los católogos editoriales) y otra cuyo nombre se borró de mi memoria. Por encima de dichos escalones, el encuadernador Villalba.
*@Belenrubiano cuenta con gracejo, amenidad y sinceridad su trabajo, primeramente en una ajena, en la propia instalada en los bajos de un palacete donde la montó con decoración acorde con los materiales nobles del edificio. *Desfilan personajes anónimos (desde la señora que hurta libros para regalar en primeras comuniones, de quienes encargan en varias establecimientos la misma obra y termina comprándola en unos grandes almacenes, del autor de una obra insólita de la que no se vende ni un ejemplar, del que intenta descambiarlos pringados de aceite de churros, ...) y conocidos en el mundo literario y editorial. Hasta de la "alta" política y con baja sensibilidad *Crónica de un oficio que supone devoción/amor por lo que se ofrece, de un mundo que para muchos es "un paraíso",...
*Vivir entre libros me haría disfrutar tanto como en una bodega. Y sin los efectos secundarios de esta última.

《Si leer no hace más feliz, sí nos hace más sensibles, respetuosos y gentiles, que no es poco.》


No estamos ante una historia con final feliz, como ya nos podemos imaginar al leer el título. Pero es tan bonito leer a Belén y su pasión por los libros y por su librería que la sensación que te deja es maravillosa.

Su forma de narrar es tan sincera y divertida que te atrapa. La cercanía con la que nos confía los errores cometidos nos hace cómplices de sus vivencias. Y las situaciones que describe me han hecho soltar más de una carcajada, sobretodo gracias a la señora de Burgos, que regentaba la librería en la que Belén trabajó antes de lanzarse a abrir la suya. También me he emocionado, sobretodo con el final.

He estado muchas veces en Sevilla, mi hermana estudió allí, tengo amigos allí y yo misma he tenido que ir muchas veces por trabajo. Conozco la Plaza de Rialto, aunque no tuve el gusto de conocer la librería de Belén, pero estoy deseando volver y la Plaza de Rialto será de visita obligada.

Yo siempre he soñado con tener una librería y algún día cumpliré mi sueño, aunque como Belén, tenga que despedirme de ella, pero habrá sido MI LIBRERÍA y lo será para siempre.

Tras una lucha encarnizada en las votaciones del club para la lectura de octubre, salió finalmente ganadora esta obra de Belén Rubiano. Debo decir que no me disgustó el resultado final, pues he podido leer novelas buenas bajo el sello de los Libros del Asteroide.

Esta no es una novela de ficción, son pequeñas anécdotas que salpicaron la vida de la librería sevillana, sita en un hermoso edificio de la ciudad andaluza.

Si bien algunas de estas historias me parecieron tiernas, me dio la sensación que se habían soltado sin ton ni son a lo largo de las páginas y me faltó cierta armonía. No está en forma de relatos sueltos, pues los une la lucha por mantener la librería abierta. Tampoco es una narración continua, pues supongo que se pretendía relatarlo como si de retazos sueltos de la memoria se tratasen. Sentí esta obra como un patchwork cuyos retales no acababan de encajar.

Bien es cierto que la historia "real" que tenemos detrás puede resultar interesante, pero en vez de tocarme la fibra sensible con sus desventuras, nuestra librera simplemente me hizo sentirme un hombro en el que llorar. Aunque no ha conseguido que terminara de empatizar.

Con todo, estoy segura que a muchos lectores sí que les llega este triste homenaje a la vida y muerte de tantas librerías. Se intuyen además ciertos toques de humor, a veces sarcástico, a veces espontáneo, aunque a menudo tampoco me llegaron.

Me encantan los libros que van sobre librerías. Así que conocía y tenía muchas ganas de leer Rialto, 11. Antes de adentrarme en sus páginas, imaginé una descripción alejada del romanticismo habitual con el que se asocia este a negocio; por ello, la obra se centraría en desmenuzar la cruda realidad de tener una librería. Por supuesto, con una especial fascinación por este lugar habitado por libros. Y, efectivamente, no me equivoqué. Ser autónoma, emprendedora y rodearte de amistades que también lo son, te hacen conocer la cruda realidad. Es imposible permanecer indiferente a la multitud de trabas que Belén Rubiano encontró para llevar a buen puerto un propósito tan noble como vivir de una librería. Si bien debo confesar que, en algunos momentos de la lectura, me produjo cierto hartazgo todo lo que le ocurre por su excesiva bondad e ingenuidad... Hay lucha, trabajo y fe en la andadura de esta librera y, desde la lectura de este libro autobiográfico, cuenta con mi total admiración.

«Allí aprendí una lección que no supe valorar como hubiera debido hasta cerrar la mía propia. Las librerías no son un negocio, puesto que no tienen una rentabilidad económica que las haga merecedoras de ese título, pero están sometidas, sin embargo, a las mismas lesiones monetarias y tributarias que otros comercios. Pagas alquiler, suministros, mantenimiento, consumibles, impuestos, sueldos, seguros sociales y un número inagotable de gastos a cambio de un mísero treinta por ciento en el mejor de los casos».