El temor de un hombre sabio

Esta es la primera reseña que he ido elaborando ha medida que leía el libro; impresión que tenía, impresión que escribía. de ahí que me resulte muy difícil hablar sin soltar ningún spoiler, pero creo que lo he conseguido con la mayor sinceridad posible; lamento si en algunos aspectos parezco poco concreta. He procurado escribir para aquellos que han leído el libro, y supieran de qué hablo, pero sin estropearle a nadie una futura lectura de este estupendo tocho de 1200 páginas.

¡Comencemos! al igual que en el tomo anterior, Rothfuss es capaz de presentarnos los clichés más típicos y darles interés para que disfrutemos leyéndolos. de nuevo, el estilo es fresco y ameno. Las descripciones son muy detalladas, pero no empalagan; es como disfrutar de nuestro postre favorito: lo degustamos con calma, saboreando cada palabra.

El tono es casi igual al primer libro, por lo tanto veremos pocas sorpresas en cuanto a la narrativa; Kvothe se verá agobiado prácticamente por los mismos problemas: Ambrose, el precio de la matrícula, Denna, su capacidad para meterse en líos... Precisamente, algo que me pone de los nervios es la manía que tiene el autor de meter en un agujero tras otro al protagonista. Cuando parece que empieza a salir a flote de su anterior escaramuza, ¡pam! un nuevo batacazo que lo deja sentado de culo y sin fuerzas para reponerse. ¡Dale un respiro al chico! Me apetece leer algunos capítulos sosegados, donde la suerte sonría a Kvothe y pueda salir de ese pozo de pobreza perpetuo en el que está atascado durante toda la historia. Quiero verle tranquilo en la Universidad, aprendiendo y divirtiéndose con sus amigos, sin agobios, sin deudas, sin mal de amores, en definitiva, sin tantas complicaciones.

Cuando iba hacia la mitad del libro, ya pocas cosas me podían impresionar y empecé a temer que la narración se volviera algo monótona y perdiera fuelle. Por esa razón no vi venir el inesperado giro de los acontecimientos. ¡El autor jugó con gran maestría y de nuevo mi interés subió como la espuma! Muy a mi pesar, me duró poco este entusiasmo, no más de doscientas páginas, y cuando empecé la etapa "buscar a los mercenarios", de nuevo noté cómo la lectura se desinflaba. Por suerte, el desenlace de este fragmento fue emocionante y muy intenso.

El siguiente episodio corresponde a Felurian, y me resultó bastante extraño, o fuera de lugar. Cuando lo leí me dio la impresión de que no encajaba demasiado bien con el resto de la historia. de repente el autor materializaba un personaje de leyenda y nos transportaba a un mundo de cuentos de hadas vago y confuso. Tal vez deberíamos haber recibido más información sobre los Fata con anterioridad... Me pareció un tanto cargante este mundo tan idílico.

Y, en mi opinión, las 100 páginas donde Kvothe aprende el ketan sobran completamente, o al menos, las habría reservado como relleno para el siguiente libro... ¡Ah! Un simple inciso: en la página 1005 aparece la "teoría de la reproducción" de los Adem. ¡Jamás me he puesto de tan mala leche! Compartí la rabia y la frustracción de Kvothe. Como él, tampoco soporto que me den lecciones cuando la otra persona no tiene razón y se empecina en dejarme en ridículo. Desde hace mucho tiempo no me metía tan de lleno en un libro hasta el punto de querer "literalmente" pegarle un par de hostias a uno de los personajes.

Ahora, pasemos al reparto de la historia:

Cuando Kvothe estudia en la Universidad, no podía evitar verlo como un niño muy avispado, problemático y tremendamente orgulloso; un chiquillo que le gustaba cuestionarlo todo y sacar de quicio a todo aquel que le rodeaba por puro regocijo. Sin embargo, cuando se produce el tremendo cambio de escenario, por fin veo a un joven prometedor, a un Kvothe que piensa lo que dice, habla con cautela y se comporta como un adulto. ¡Por fin parece que ha pegado el estirón!

Aún así, pese a su encanto, en ocasiones prefiero a los personajes secundarios: Simmon, Elodin o Auri… poseen una personalidad que me gusta más, tienen un carácter peculiar y ciertos secretos que los hacen más atractivos que el protagonista principal. Por el contrario, sigo sin aguantar a Denna, para mí es una víbora jugando con un ratoncito, y el muy estúpido de Kvothe se deja enredar con mucho gusto. Realmente no sé a qué juega esta chica; a veces parece que pasa por completo de él y, en otras, se comporta como algo más que una amiga. Me tiene totalmente despistada...

En cuanto al grosor del libro, para poder ser tan extenso, tiene que tener "paja"; es irremediable. Pero aquí encontramos relleno del bueno, del que te gusta y te anima a seguir leyendo. El autor prolonga demasiado algunas partes de la novela, pero no resultan aburridas. Ciertamente hay fragmentos en los que se acentúa la sensación de lentitud. Si bien a mí no me aburrió, un poco de dinamismo no le habría venido mal.

Sin embargo, no todo me iba a encantar, así que lo diré con franqueza: ¡odio los interludios! Son capítulos que no aportan casi nada y rompen por completo la situación. Los considero los "anuncios de la tele" de un libro y sólo los utilizo como alto para ir al baño.

En cuanto a la edición, no entiendo cómo un libro de esta calidad puede contener tantas faltas de ortografía. He encontrado palabras mal escritas, repeticiones, frases mal construidas que no tienen sentido alguno...

Tras toda esta crítica, podríais pensar que no me ha gustado, pero nada más lejano a la verdad. Lo cierto es que me ha parecido una segunda entrega muy entretenida, ¡ojalá tuviese la última ya en mis manos! Puede que esta novela tenga sus defectos, pero Rothfuss se ha ganado todo mi respeto y admiración.

¡Disfrutadlo! ¡Nos vemos en Las Puertas de Piedra!

Saludos ;)