Las lentas ondulaciones de la laguna se reflejaban en la hermosa figura de Felurian, que, desnuda a la luz de la luna, cantaba: caelanion luhial di mari felanua kreata tu ciar tu alaran di. dirella. amauen. loesi an delian tu nia vor ruhlan Felurian thae. Su voz tenía un sonido extraño. Era suave y dulce, y demasiado débil para que pudiéramos oírla al otro extremo del claro. |