La vejez no es una batalla; la vejez es una masacre.
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La vejez no es una batalla; la vejez es una masacre.
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De haber sido consciente del sufrimiento mortal de cada hombre y mujer a los que había conocido durante sus años de vida profesional, de la dolorosa historia de pesar, pérdida y estoicismo de cada uno, de miedo, pánico, aislamiento y terror, de haber conocido cada cosa que les había sido arrebatada y que en otro tiempo había sido vitalmente suya, y la manera sistemática en que eran destruidos, habría tenido que permanecer junto al teléfono todo el día hasta la noche, haciendo otro centenar de llamadas por lo menos.
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Era cierto que había decidido vivir solo, pero no de una manera insoportable. Lo peor de estar insoportablemente solo era que debías soportarlo, pues de lo contrario te hundías. Tenías que esforzarte por impedir que tu mente te saboteara con su ávida revisión del pasado pletórico.
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Aquel día, de un extremo al otro del estado, habían tenido lugar quinientos entierros similares, rutinarios, normales, y, con excepción de los treinta segundos fuera de lo común aportados por los hijos [...], ni más ni menos interesante que cualquiera de los otros. Pero precisamente que sea algo corriente es lo más desgarrador, esa manera de caer en la cuenta, una vez más, de la realidad de la muerte que lo arrasa todo.
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¿En qué año realizó Kubrick la adaptación de "Lolita" de Vladimir Navokov?