El profesor del deseo

La imagen de un limón es la portada de la edición española. Dos veces se menciona la fruta en la novela. En una se cita a Kafka: "El único alimento adecuado para un hombre es medio limón", como desprecio por los apetitos humanos, por muy inofensivos que estos sean. En la otra, el limón, una de las pocas cosas que hay en una nevera, es la imagen de una vida solitaria y triste.

"¿Por qué tiene que ser Helen o Birgitta, en un extremo, o compartir la vida con un limón al otro?"

Roth es uno de esos autores cuyas novelas, sin ser directamente autobiográficas, se funden con su vida, ahondan en sus más íntimos problemas vitales que, como no podía ser de otra forma, nos atañen a todos.

“Cuando enseñas literatura, todo se vuelve personal, íntimo, y, si no es así, lo estás haciendo mal”

Esta novela nos lleva a unos de esos callejones sin salida que a veces nos plantea la vida, “uno de sus más desconcertantes y enloquecedores aspectos”, la ineludible insatisfacción vital que se crea cuando seguimos aquel camino que creemos nos es propio aun cuando está absolutamente en contra de lo que más íntimamente sentimos y necesitamos, en la certeza de que dejarnos llevar por aquello que sentimos y necesitamos nos conduciría forzosamente a la autodestrucción.

“… la determinación invariable del cuerpo, su fría indiferencia y su absoluto desprecio por el bienestar del espíritu son algo a lo que solo puede hallarse parangón en un régimen autoritario e implacable.”

El camino que elige Kepesh, uno de los alter ego de Philip Roth y protagonista de esta novela (la segunda de la trilogía que se inicia con «El pecho» y concluye con «El animal moribundo») es el de un profesor de universidad que vive el amor tranquilo que le ofrece su última pareja, Claire, la encarnación de la “saludable inocencia”, de “la encantadora blandura de la vida”. Ella podría ser la mujer que conseguirá que conciba “el deber como un placer” y, al mismo tiempo, “el placer deje de ser un deber”, que le ayudará a mitigar su pulsión a dejarse llevar por el DESEO que centró su vida cuando la compartía con Helen o Birgitta… eso, o ser ella también ese limón de la nevera.

“…dentro de un año mi pasión habrá muerto... ¡Verme despojado de ti, de ese modo! Y de esta vida que amo y apenas he llegado a conocer. Y despojado, ¿por quién?... por mí mismo.”

Al otro lado, el DESEO, un ansia de una pasión libre y libertina, desenfrenada e inextinguible, una necesidad de conquista permanente, de nuevos estímulos, de objetivos diversos y excitantes que era lo que le ofrecía Birgitta; o el abandono a la tentación sin que el miedo al dolor impida su plena satisfacción, que era lo que le atraía de Helen, la criatura más deseable que había conocido nunca, una mujer tan cautivadora que le hacía olvidar su “absoluta tontería” o que para ella nada era más importante que mantener intacto su atractivo y que, para más inri, no era él el que ocupaba su corazón.

“Tengo la sensación de que me están encerrando en algo maravilloso.”

¿La insatisfacción permanente en una vida querida pero no deseada o la búsqueda permanente de un deseo nunca saciado e incompatible con la vida que se quiere? ¿Qué harían ustedes?