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A diferencia de sus libros anteriores, este pensé que tuvo algunos momentos reflexivos, pero no creo que se quede conmigo. Dos mejores amigos que crecieron juntos se envían correos electrónicos de un lado a otro, dejando las cosas entre líneas y causando leves malentendidos. En primer plano, los vemos tratar de encontrar el amor y lastimarse en el proceso, revolcándose en la autocompasión y poniéndose poéticos sobre el sufrimiento. Es una novela sobre personas egoístas que luchan por amar: sus vidas, sus seres queridos (si las relaciones casuales pueden acercarse a eso) y ellos mismos. Se trata de personas con privilegios que son verdaderamente miserables y también farisaicos. Se trata del miedo que tiene la gente de dejarse llevar por el amor y, sin embargo, de la constante necesidad de encontrar ese amor incondicional. También se trata de hipocresía y deshonestidad, personas que fingen ser algo que no son. Sufrí las meditaciones políticas, las malas decisiones de los personajes y su incapacidad para ser honestos con ellos mismos o entre ellos. No es una novela que recomendaría o volvería a leer, pero sigue siendo poderosa en la sutileza del lenguaje. |
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