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Crítica de Carampangue


Carampangue
06 January 2020
El hombre light es quizá el peor libro que he leído. Sacando a las novelitas rosa, y a los bestsellers escritos para vender y ser olvidados, y si dejamos solamente a los libros que intentaron ser serios y trascender, sin duda es el peor de todos.


Y mira que partía bien: publicado en 1992, un respetado psiquiatra español abordando el tema de la postmodernidad, desde una perspectiva crítica, apostando por dotar de más contenido y menos cáscara a nuestra sociedad. Un libro con una notable campaña mediática a su favor, con entrevistas y notas laudatorias, presentado como un cuestionamiento radical a nuestro modo de pensar el mundo, y una crítica feroz a nuestro estilo de vida. Sin duda una apuesta interesante.


Pero es una decepción. de entrada sorprenden las 106 páginas y los 16 capítulos en una obra de pensamiento: ¿el doctor Rojas pretende abordar el análisis de una psicología y el diagnóstico de una cultura, más sus propuestas de solución, en ese espacio? Vaya con el poder de síntesis del buen doctor.


Y cuando empezamos la lectura... nos sorprende el estilo. Livianito y desenfadado, como crónica periodística. No tiene la prudencia habitual entre las obras filosóficas, que avanzan lentamente, estableciendo un punto primero, discutiéndolo, sopesando las hipótesis alternativas, y recién entonces pasando al siguiente. Nah, aquí en dos frases se define un concepto, y luego se pasa al que sigue.


Nada que ver con, por ejemplo, la caracterización del tipo ideal de capitalista de Max Weber, que es un genio de la sociología. Si Weber explora el espíritu del capitalismo a partir de las máximas de Benjamin Franklin, poniéndolas en su contexto, estudiando sus alcances y limitaciones, así como las opiniones de otros autores, en El hombre light todo se despacha en cuatro frases altisonantes, y si se cita a otros no es para discutir con ellos, sino para aprovecharse de su autoridad.


Enrique Rojas cada dos por tres inventa conceptos nuevos ("el síndrome del mando a distancia", "los tebeos de los adultos"), en los cuales jamás profundiza, solamente los expone y se asume que debemos creerle. Su pensamiento y argumentación es sorprendentemente... light. Enrique Rojas no se esfuerza, es flojo para argumentar. Pasa por encimita de los problemas y no profundiza nada. Claro, así es fácil abordar un problema complejo en 100 páginas, y además repitiendo machaconamente los mismos argumentos.


En su libro, el autor ataca a un tipo humano que en su opinión está proliferando demasiado: se trata del hombre light, que es superficial y aunque informado y culto, no tiene valores sólidos sino que es pragmático, hedonista y consumista, y solamente tiene interés en su propio interés. Aparentador, superficial y vacuo, dispuesto a hacer zapping, a leer revistas del corazón, pero jamás a estudiar, a crear algo profundo o a tener una verdadera espiritualidad. Durante su caracterización, nos repite los mismos argumentos hasta dejarnos hartos, pero jamás profundiza en una idea. Si habla de sexualidad, nos dice que la sexualidad light es vacía, hedonista y caprichosa, pero no está abierta al verdadero amor. Si habla de la ansiedad, nos dice que es por el vacío vital, por la falta de espiritualidad y las pocas ganas de plantearse un proyecto de vida. Si habla de lectura, nos dice que todo es leer superficialidades, nada solemnte y serio, y que se lee por aparentar.


Y así, siempre diciéndonos que los de hoy no son lo suficientemente machos, que son unos pusilánimes y que los de antes sí que eran hombres. Como tu tío borracho en Navidad, más o menos.


Hacia el final del libro la cosa mejora un poco, porque el autor empieza a hablarnos de la felicidad. Y aunque la originalidad es poca, Rojas es un hombre bien leído y nos ofrece un compendio de lo que los filósofos clásicos dijeron sobre el tema. Esto puede ser útil al lector, y es más sustancioso que casi todos los tratados de autoayuda. Claro, evidentemente que es mejor leer algo como "para ser feliz necesitas hacer esto y esto" a que te digan "si lo deseas lo suficiente, el universo conspirará a tu favor".


Pero, cuando la cosa parecía ir a mejor, termina con sus propuestas de solución: pues haciendo una propuesta novedosa y rompedora, Enrique Rojas se suma a la vanguardia y propone volver a la moral cristiana.


Sí, a la moral cristiana. Lo que hace falta es que Europa se vuelva más europea, que vuelva a sus raíces y que se deje de tontear con los orientalismos. Basta de moracos y de chinos, y de indios americanos hediondos a ayahuasca. Platón, el Papa y Jean Paul Sartre para los rebeldes, eso es.


Sin contar las múltiples apreciaciones machistas, como eso de que la mujer tiene su orientación vital hacia adentro, hacia el mundo interior, mientras que el hombre la tiene hacia afuera, hacia el mundo externo. Ya se sabe, el mundo de una mujer es el hogar, y el hogar del hombre es el mundo. O su explicación de lo que es el feminismo bien entendido, ese de chicas femeninas y agradables de ver.


En fin, una obra superficial, aburrida y retrógrada. Si eres un conservador, no pierdas tiempo con esto: cualquier video de youtube de Jordan Peterson vale mucho más. Y si te consideras progresista, tampoco lo pierdas: vas a terminar estrellando el libro contra la pared. Como estuve a punto de hacerlo.
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