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Crítica de AvendanoJohn


AvendanoJohn
12 June 2021
Los hijos de la cordillera, no de Colombia. Reseña de Bernal y los hijos de la Cordillera: Viaje al país de los escarabajos.

Les traigo un comentario sobre un texto histórico, diría que de un corte más anecdótico, de la serie autobiografías, publicado bajo el sello editorial Luna Libros de la editorial Laguna libros. Bernal y los hijos de la cordillera: Viaje al país de los escarabajos de Guy Roger (2021), prólogo de Carlos Vives.

Empecemos por el emotivo prólogo donde Vives cuenta como, cuando Cochise ganó un campeonato, su madre salió a gritarlo a los cuatro vientos con radio en mano y cuenta su relación con la bicicleta "que lo lleva a todos lados", igual que a muchos colombianos. Ésta anécdota me llevó a mis conversaciones con mi abuelo quien contaba que Cochise visitó Urrao, su pueblo natal, la gente estaba loca viéndolo correr, el abuelo tenía unos 12 años; pero que el recuerdo quedó impreso en su memoria.

La relación que tenemos los colombianos con los deportistas que representan nuestro territorio es estrecha. Nuestro pueblo es pasional, algunos dicen que feliz, yo digo que "echaos pa' lante" aunque nuestro entorno sea hostil. Algunos temen ser identificados como colombianos porque nuestra imagen en el exterior, por poner un ejemplo faunístico, tiene más que ver con "las mulas" y no, precisamente, con los escarabajos. Desde el título sugiere que nuestros protagonistas serán los segundos y que nuestro país, además de "mulas", tiene escarabajos. Una nota al pie: la relación entre narcotráfico y ciclismo está presente en las historias que va tejiendo Guy Roger cosa que me pareció fascinante.

En fin, la primera pregunta que me invade al reconocer el título es: ¿Por qué hijos de la cordillera? y no, por ejemplo, hablar de su generalidad ¿hijos de Colombia? Me aventuro a dar una respuesta tomando como ejemplo al segundo campeón colombiano del Giro de Italia: Egan Bernal; quien, según cuenta Roger, en su primera competencia, a los 8 años, no tenía 5mil pesos (2 usd aprox) que valía el torneo, tampoco tenía casco: compitió con un casco de adultos y con dinero prestado. Quedó en el primer puesto, se ganó una subscripción a la academia de ciclismo y un pollo asado que su padre vigilante y su madre aseadora de casas, no podría costearle. Gracias a esa academia, pudo entrenarse a corta edad. Y, cuando estuvo más grande, en el 2014, tuvo que pedir donaciones para competir en Noruega y recibió 50.000 pesos (17 usd aprox). El punto es que éstos ciclistas, en su mayoría, los hizo el espacio que habitaron, en su mayoría habitantes de un campo abandonado por el estado: Rigoberto Urán, Lucho García, el mismo Egan etc. Son hijos de la Cordillera y, siendo sincero, me hubiera gustado que Colombia los hubiera recibido como hijos desde un comienzo, apoyándolos, incentivándolos.

Finalmente, me encantó la narración, unos párrafos veloces y emocionantes como el lector que va escalando a gran velocidad a través de un montón de historias de las que nunca me hubiera enterado de no ser por el libro.
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