Se podría definir écfrasis como “el ejercicio literario que consiste en describir un objeto de arte”, o más simplemente: “la representación verbal de una representación visual”. Y releyendo Mujeres que caminan sobre fuego, me topé con este fragmento: “…y se le encadenaron siluetas, miradas y silencios como en un caleidoscopio psicodélico y extraño”. Me pareció que esta novela manifiesta un caso invertido de écfrasis; es decir la representación visual de una representación verbal. Me explico: la novela se inicia con un caleidoscopio de colores básicos delimitados por trazos gruesos, pasa a ser un mosaico con colores más suaves y sugerentes, diluyendo algo las líneas y termina en un gran lienzo impresionista que, indefinido a corta distancia, gana rotundidad y claridad según tomamos perspectiva. Los borrones cercanos devienen en nítidos colores y formas que dan sentido a un todo. La perspectiva nos permite enfocarnos en el asunto, comprender mejor el mensaje y por lo tanto hacerlo más poderoso. La prosa de Pilar es la herramienta que consigue este milagro. Es cuidada, simple, cómoda y efectiva. Pero al mismo tiempo nos ofrece bellas gemas como: “…le estaba pareciendo bellísima desde los ojos, y abrumadora y triste desde el corazón” o “como si pudiera hacer una rayadura en la música” o ítem más “se iba reduciendo por fin a la nada en el retrovisor de su vida”. En fin, ¡los ojos de la palabra! Algunas situaciones tienden a verse como cíclicas, Pilar rompe este círculo que es válido en un cuento y lo abre en su novela pidiendo la complicidad del lector en un generoso ejercicio de participación porque solo llegamos a comprender algo si nos sentimos parte del proceso final. Por eso no debemos pedir explicaciones a la autora, aceptemos el reto de su generosidad, no seamos perezosos y colaboremos a rematar este lienzo que nos ofrece, con nuestras propias aportaciones. Así podríamos considerarnos coautores de un bello proyecto. |