La plaza del diamante nos reúne a los lectores, Mercè Rodoreda pone la mesa camilla y el lector su silla alrededor de ella, ya que el viaje es al pasado. La autora quita la ropa por completo a los personajes, los desnuda y con ellos, en esas condiciones, creará esta realista, dura, profunda y en momentos, desgarradora novela, que también será sentimental, intimista, entrañable, una novela con grandes dosis de resistencia y determinación con los que completar al personaje principal en su deriva vital. Comienza la historia y nos ponemos en antecedentes, Barcelona, años 30. Dos amigas, Natalia y Julieta, se acompañan mutuamente mientras se dirigen a participar de la fiesta mayor que se está dando en el barrio barcelonés de Gracia. En esta fiesta, una de las mujeres, Natalia, conocerá a Quimet, que entre baile y baile va desplegando algunos rasgos de su personalidad. Es alegre, vitalista, atrevido, dicharachero y además se atreve a anunciar y confirmar que en un año él y Natalia, a la que pronto bautizará de nuevo, para llamarla Colometa, se casarán. Así esta joven perderá su nombre para ser llamada como Quimet ha decidido. Natalia, ya Colometa , conocerá a los amigos de Quimet, Cintet y Mateu, amigos íntimos del inconstante Quimet. Colometa dejará la pastelería donde trabajaba y habrá celebración, hay boda, habrá posteriormente al festejo, cruda realidad que poco a poco Quimet irá imponiendo. Los constantes sueños de Quimet erráticos y errados, junto con su poco entusiasmo por la labor y el trabajo, irán imponiendo a Colometa un estado de sumisión, que irá quebrando, cercenando primero a Natalia, luego a Colometa y finalmente a la mujer, a sus sueños personales, su ideal de vida, de matrimonio junto a Quimet. Así podríamos decir y afirmar que este hombre, su marido, Quimet, fue diseñando el frustrante destino de Natalia, de Colometa. Quimet es ebanista, el trabajo no le va muy bien, sus ganas de trabajar , pocas, muy escasas. El matrimonio ya tiene dos hijos en esa España, la de Natalia y Quimet todo parece ir mal, la llegada de la república no ha podido frenar el decaimiento fundamentalmente artesanal. Colometa consigue un trabajo de limpiadora que la llevará a la casa de una familia burguesa, ellos, los dueños viven de rentas y a ella le abonan por su trabajo, un exiguo sueldo al que añaden gestos y miradas, palabras, incluso, que pretenden hacerle creer que le están haciendo un favor. Natalia se va rompiendo, desgarrando, vemos y sentimos, conforme avanzamos y consumimos las páginas en la lectura de este libro, como se derrumba, como cae. Los días para esta mujer pasan lentos y largos, cansados y agotadores, Quimet decide criar palomas para mejorar la economía de la familia. Las palomas que viven en palomares en la misma terraza de la casa, no dejan de aumentar en número y en suciedad. Será Colometa , quien aumentará, si es que esto fuera posible, su trabajo, sus trabajosos días. Colometa irá viendo como su casa queda invadida por las palomas ante su desesperación y las risas de Quimet. Los hijos del matrimonio, Antonio y Rita, contarán con el disgusto de su madre al tener que dejarlos solos para ir a trabajar. La guerra, la guerra civil española está ya en todos los campos en todas las calles, en todas las carreteras, en todas las casas, la guerra y sus terribles consecuencias, ocupándolo todo. Quimet se alista para ir a la guerra, Natalia mata a las palomas, todo es escaso, dinero, alimentos y ganas de vivir. Colometa no puede seguir, está sin fuerzas, pronta al abandono, a dejarse morir junto a sus hijos. El hijo de Natalia será enviado a colonias con el único fin de poder comer y como no podía ser de otro modo, ya volverá siendo otro. Colometa siguió y persistió cuanto pudo en la lucha, ella afrontó penosas circunstancias para las que una mujer de estructura y pensamientos delicados, no había sido entrenada en absoluto. Todo parecía venir e irse sin que ella participara realmente, decididamente en todo aquello que iba aconteciendo en su vida. La mujer, resistía y se dejaba llevar. Quimet morirá en la guerra, esa mismo día, como símbolo, la mujer matará a la última paloma. Y atención a las palomas, un símbolo que refleja, sin lugar a dudas, la trayectoria de la protagonista, como también es el nombre que desde el inicio estará ya en el nombre de Colometa , “palomita” que Quimet impone a Natalia. Ahora con Quimet muerto, Colometa ya no tendrá que oír nunca más este nombre impuesto, ni tampoco aquella enigmática e insondable frase que Quimet soltaba de vez en cuando, con una voz melancólica, de añoranza bucólica y que rezaba: ¡pobre María!. La mirada de Natalia seguía permaneciendo, ida , ausente, sin alma, esta mujer, esta persona ya sabía por su experiencia y la de algunas otras, como ella, que las mujeres son un comodín perfecto y que valen para todo a condición de que no haya un hombre participando en el juego, que manifieste con voz alta y actos y maneras varoniles que estas no sirven para nada o casi nada. La guerra termina, ya lo sabemos, todos conocemos que todo cuánto empieza por agotamiento y costumbre, finaliza. También la guerra civil acabó. La familia burguesa, tras la victoria del Caudillo, decide despedir a Natalia a quien viene considerando republicana desde el mismo día que la contrataron. En el barrio, Antoni es el dueño de un establecimiento, un ultramarinos en el que Natalia suele comprar a fiado. Antoni le ofrece trabajo y Natalia se encargará del orden y de la limpieza. Este , poco tiempo después, le pide matrimonio. Esta última parte de la novela la pararemos , la detendremos esperando que con lo dicho, los lectores de esta reseña, hayan sentido la oportunidad de leer esta Plaza del diamante, que me ha parecido, además de otras muchas cosas, una novela historicista, de buen argumento y escritura consistente, interesante como si dispusiera de fotos en blanco y negro, color sepia, que pegadas a un álbum, nos van contando sobre Barcelona y sus gentes, durante la guerra, los años previos y los posteriores. Escrita con un estilo personal y una prosa espontánea, coloquial pero a la vez literaria que conecta con el público, reflejando una realidad cotidiana a través de la expresión de los sentimientos y del mundo interior de sus protagonistas. Otra de las grandes obras que leí hace mucho, mucho tiempo , pero al que he vuelto porque deseo dejar constancia de una lectura que fue importante y en algún sentido, decisiva. + Leer más |