Es una lectura que me gustó porque me permitió descubrir a un personaje absolutamente estrambótico e increíble como fue Luisa Casati, conocida como la Marchesa Casati (1881-1957), una mujer que quiso convertirse en una obra de arte viviente y que fue un buen ejemplo del decadentismo, aquel movimiento artístico-literario de finales del siglo XIX con ideales « del arte por el arte » en franca oposición con el convencionalismo. Luisa Casati tuvo su época de gloria durante la Belle Epoque (fines del siglo XIX hasta la PGM), cuando fue una musa absoluta de la moda, de las artes y de la excentricidad la más alocada, un personaje que podríamos tildar de gótico porque asociaba lo morboso y lo siniestro, con mucho negro en el maquillage y la vestimenta. Luisa y los espejos está articulado alrededor de dos historias. Una real, la de Luisa Casati y otra ficticia, la de Luisa Aldazábal, una mujer española de 45 años que despierta de un coma post infarto, con ganas de retomar su vida de pintora que había abandonado para dedicarse a una vida de mujer casada y de madre. Luisa Aldazábal vivirá habitada literalmente por el espíritu de la otra Luisa y partirá a Venecia en pos de recuerdos de la Marchesa Casati y de cierta inspiración y del coraje para iniciar una nueva vida independiente volcada en su pintura. En Venecia conocerá de manera extraña a un escultor español llamado Gabriel Quiroga. Tenemos dos Luisas con dos Gabrieles…y seguirán las coincidencias entre las dos mujeres, siempre orquestadas alrededor de espejos y/o imágenes especulares, lo que crea una situación misteriosa y por ende bastante gótica. La alternancia de una historia real apasionante y de una historia ficticia poco interesante, le quitó algún interés a mi lectura, aunque el final resulte sorprendente y altamente gótico: es un juego de espejos entre pasado y presente, entre dos épocas, dos mundos y dos historias. Enlace: https://pasiondelalectura.wo.. + Leer más |
Versión larga de la Gran Gala de los Premios Caligrama 2023.
Sevilla acogía de nuevo la Gran Gala de los Premios Caligrama, en los que se citaron más de doscientas personas en Platea Odeón, en la histórica estación de trenes de Plaza de Armas.
El Premio Talento fue a parar a Gladys Ruiz de Azúa Aracama por 'Cinco camas para un muerto', el Premio Best-Seller fue para Tania Jiménez Cutanda por 'Esautre' y el Premio Promesa fue para Eduardo J. Rodríguez por 'La maestra de miradas'. En la gala también se premió 'Lo que la primavera hace con los cerezos' de Marta Robles como mejor obra de una autora consagrada y a Carmen Posadas por toda su trayectoria literaria.
Obtuvieron además menciones 'Milo' de Mia Beneset, 'Saltar una grieta' de Ingrid Rossi, 'Kizukai, Kaizen aplicado a la cultura organizacional' de Alejandro Kasuga y 'El sueño de un cristero' de Pedro M. Ibarra A.
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