Los siete locos

Veinte años más tarde, vuelvo a internarme en la mente de Remo Erdosain. Un viaje que no es sencillo, una catábasis tal vez, hacia la Buenos Aires de casi un siglo atrás, pero tan actual en la mirada genial de Arlt.

Remo Erdosain ha perdido su trabajo, su matrimonio y su dignidad. Como un flaneur enajenado, deambula por los rincones más sórdidos de la ciudad buscando su coraje, su identidad, algo que lo haga sentir humano. La oportunidad llega de la mano de una sociedad secreta desquiciada, que fantasea con instalar una tecnocracia carente de principios, cuyo único objetivo será el poder por el poder mismo, y que será financiada por la prostitución y por el secuestro de Barsut, primo político de Erdosain, a quien espera matar una vez cobrado el dinero del rescate, culminando así su caída moral.

Arlt crea un mundo de personajes alienados, marginales, que son los desechos del proceso de modernización que atraviesa la ciudad. La locura adquiere múltiples formas: creer que la Biblia puede revelar el secreto para hacer saltar la banca del casino; fantasear con ejercer una tiranía megalómana; o buscar la posibilidad de ser a través de un crimen. Con ecos de Nietzsche, Kafka y Dostoievski, y prefigurando el pensamiento existencialista, Arlt parece sugerir que la humillación engendra más humillación y violencia, y que los Erdosain solo pueden multiplicarse en un mundo donde el individuo vale cada vez menos.

No es una novela para todos los gustos: si bien es de lectura accesible, algunas conversaciones son muy densas, ya que los personajes, como Hamlet, declaman mucho más de lo que actúan. Es casi imposible empatizar con ellos, que con sus rasgos grotescos aparecen asociados a lo monstruoso, ya sea física o moralmente. Vale aclarar que no es autoconclusivo, y que hay que echar mano de Los lanzallamas para saber cómo termina la historia. Sin ser mi favorita de Arlt, es un clásico que vale la pena conocer.