Los puentes de Madison

“ El amor después del amor, tal vez , se parece a ese rayo de sol “

La eterna búsqueda de la parte que nos hace falta. El inusitado encuentro de la misma. La renuncia... a todo, originalmente a saber que existe, posteriormente a su permanencia en la vida de cada uno.

Eso es el amor. al menos el que se relata en esta novela de Waller. Pero lo es también el que aparece cuando no se busca, para el cual no existe tiempo, lugar específico. El amor que nos toma por asalto, que sacude nuestras certezas, pero reafirma nuestras convicciones. Es sobre todo un amor que en general no resiste la prueba de la cotidianidad, pero que sin duda algún afortunado le habrá mantenido en su vida.

La historia de un ama de casa rural y un fotógrafo en busca de un reportaje, convergen por casualidad, y en cuatro días se desata la vorágine de un amor tan tierno como la poesía, tan profundo como la más compenetrada relación carnal, esa que se adivina en el brillo de los ojos de la pareja ideal, que se transmite de piel a piel a través de un simple contacto a veces fortuito, a veces salvaje y despiadado. Que se respira en el mismo aire, se adivina en un simple baile, y queda plasmado indeleble como una fotografía signada a conservar la frescura de la primera mirada, del primer contacto, la primera impresión.

Se dice que la búsqueda de la pareja ideal se asemeja más a la búsqueda de arquetipos creados en la infancia. En particular el padre y la madre. WALLER desmantela esa idea, pero refuerza la complementariedad de la personalidad como un requisito para sentir esa plenitud, esa constancia que es capaz de sostener una vida carente de ese arrebatado sentimiento, de esa pasión que de persistir destrozaría el alma humana.

Es amor, es querer bailar, querer cantar es romperlo todo y desear empezar sin el ayer ni el que dirán.

Eso es en la vida el despertar,

Es esa música que vuelve indistinguible la separación , que habla del otro, pero se refiere a uno mismo.
es renunciar, renunciar a si mismo, renunciar al otro para seguir soportando estar vivo, eso y mucho más relata el autor en esta historia donde no hay dos opuestos, solo dos complementarios que deben resignarse a seguir siendo ajenos, a pesar de pertenecerse absolutamente.

Aunque carece de fuerza literaria, posee todo el peso de eso que todos anhelamos encontrar al menos una vez en la vida. No importa cuando, no importa dónde, no importa cómo. Es al fin y al cabo la fuerza que mueve al mundo, aunque debamos inventarla o disfrazarla.

La película magnífica, aunque lo menos bueno sea Clint Eastwood, con todo y su papel de Cowboy,

Una historia convertida en leyenda, leyenda a la que muchos intentan robarle un pedacito de magia, convirtiendo los puentes de Madisson reales, en lugares de culto, fantasía y esperanza.

Eso es el amor. O eso es lo que yo creo...