Es de esos libros que te llegan adentro y tocan algo de ti que no te esperas. Empecé leyendo con la mentalidad de que es un clásico para niños y en algún momento habría que leerlo. Pero desde la primera página me atrapó: sentí miedo con la Gran Bruja, sentí pena por el niño, sentí alegría, asco y tensión. Si alguna vez tengo hijos se lo leeré más de una vez para que sepan identificar a las brujas cuando las vean por la calle |