Los muertos no saben nadar

No es un acuerdo de paz porque tú y yo nunca hemos estado en guerra y no te perdono porque el perdón, o se siente, o no se siente y yo no siento que te haya perdonado.

Su miedo se oía en sus chillidos, se olía en sus heces y se palpaba en su sudor.

La confianza era uno de los pilares de la vida, pero cuando es ciega, vuelve a las personas estúpidas

No siempre los sueños son tan bonitos cuando vives en ellos.

El terror de su alma y el tormento de su cuerpo solo le permitieron una súplica a un Dios con el que hacía muchos años que no contaba "Padre, apara de mí este cáliz".

Así era el clima allí y a nadie le sorprendía: los asturianos estaban acostumbrados a adaptar sus planes a los caprichos del tiempo.