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Una de las peores cosas que le puede pasar a un libro que caiga en mis manos es venir recomendado, porque ahí se me va el santo al cielo y la verdad es que casi nunca llega al listón que me dibujo en la mente… eso le pasó a Lo que callan los muertos, pero voy a tratar de pasar por alto esos prejuicios. Me encantan los personajes, su psicología y esa forma tan desenfada con que se relacionan, pero me pareció bastante confuso, hasta tuve que coger un papel y un boli y apuntar los personajes y empezar a trazar flechas para relacionarlos. Todo el tiempo tuve la impresión de una narración un poco caótica y algunos pasajes sin orden ni concierto, aparentemente desconectados entre sí, pero poco a poco Ana Lena Rivera nos lleva de la mano por la calles de Oviedo hacia la solución de los conflictos. A pesar de esa narración en primera persona, Gracia no nos cuenta mucho, tenemos que adivinar los conflictos, una palabra por aquí, un silencio por allá y muchos giros sorprendentes. Cada personaje tiene su mundo interior, sus secretos, sus miedos y sus propios problemas. La trama también tiene su aporte de originalidad, como se hilvanan las historias a través del tiempo, como Gracia siempre encuentra la manera de llegar a la verdad por caminos que la ley no puede usar y el afán de justicia que los mueve. No me gusta mucho que se habla del trauma sufrido por Gracia y Jorge, como una cadena que se arrastra y ese conflicto no tiene solución, el final es bastante abierto, con algunos cabos sueltos… no en el caso que están investigando, sino de la vida de los protagonistas. Interesante también el tour por Oviedo que nos presenta la autora, un paseo por sus lugares de interés, su gastronomía y sus costumbres. Es una historia entretenida, con mucho suspenso, con respuestas que llegan a cuenta gotas, con personajes divertidos, humanos y locos; con situaciones tan cotidianas que es fácil crear empatía con sus protagonistas. Estoy deseando saber más de este conjunto variopinto de personajes. |
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