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Crítica de PilarLaEremita


PilarLaEremita
11 March 2020
Hoy os recomiendo una de detectives. "Qué raro en ti" - os diréis - "Si tú eres de fantasía, ficción clásica e historia". Y llevaréis razón. Nunca ha sido mi tipo de lectura, salvando las novelitas de Agatha Christie que devoraba a los quince años, en aquel formato chiquitito y tan cómodo de llevar en el bolso, que me hizo adorar a los Beresford, a la archibritánica Miss Marple y un poco menos a Poirot. Pero debo reconocer que Gracia San Sebastian, la peculiar detective de Ana Lena Rivera, me ha sorprendido muy gratamente y estoy más que dispuesta a seguirla en sus aventuras.

Por la iniciativa #Quierosertuescritorinvisible de Twitter que ya os conté en otro post, el libro ¡en papel y dedicado por la autora! fué el regalo que recibí. Solo por eso, y por ser en papel (hace literalmente años que únicamente leía en readers y tablets, y había olvidado el placer de tener un libro entre las manos) y aunque etiquetado como "novela negra", que siempre me ha dado a priori algo de repelús, debía respetarlo y darle la oportunidad de que me gustara. Bendita la hora. Señora Ana Lena Rivera, de ahora en adelante adjudíquese usted el mérito de hacer que una lectora deje de ser prejuiciosa con este género.

Como siempre, empezamos por la sinopsis de la contraportada:


Gracia San Sebastián ha renunciado a una exitosa carrera laboral en Nueva York y ha regresado junto a su marido Jorge a su Oviedo natal para ejercer de investigadora de fraudes a la Seguridad Social. Su nuevo caso está relacionada con el cobro de la pensión de un militar franquista que sobrepasa los ciento doce años, cifra a todas luces sospechosa.
Mientras su vida personal avanza por sendas imprevistas, Gracia se encontrará con ramificaciones del caso que la llevarán a investigar el suicidio de una vecina de su madre. de vez en cuando pide consejo a una buena amiga de la familia, la monja dominica sor Florencia.
Es una novela de mujeres de armas tomar, que las hemos llamado así toda la vida de Dios hasta que ha salido la moda de llamarlas "emponderadas" (lo que a mí por alguna extraña razón me suena a gallinas ponedoras. Odio el término. Afirmo emponderadamente) para todos los géneros. Lo maravilloso es su cotidianeidad y verosimilitud. No vais a encontrar personajes heroicos, de inteligencia superlativa, sino personas de carne y hueso, como vuestra vecina de arriba, la amiga cotilla del colegio y la íntima, la compañera de farras y penas, la señora de la pastelería... ni escenas de crímenes gore con suelos silueteados y cintas amarillas de Policía, no pasar. No. Todo es mucho más costumbrista, como Oviedo, el escenario provinciano y deliciosamente descrito por la autora, y sus gentes de a pié los protagonistas de esta obra.

Reconozco que tengo miedo de escribir mucho más para no destriparos el argumento, pero para poneros en situación: Gracia investiga algo tan habitual como una pensión cobrada por un anciano de 112 años... la cabal y severa vecina amiga de Angela, la Madre de todas las Madres (esa que lo mismo te prepara una comilona en un santiamén sin despeinarse como quien pone una tapa para el vermú, o sube en un quad en algún país exótico como quien pilla un taxi para ir a echar la partida con las amigas) salta por la ventana de la cocina con una nota de suicidio prendida a su falda con un imperdible, con instrucciones para que el portero tenga la deferencia de taparla bien no sea que la vean sus familiares despanzurrada... Gracia investiga estos hechos inconexos con la ayuda de su madre, su hermana Bárbara, su amiga Sarah, y una monja avispada y encantadora, Sor Florencia, conocedora de la historia vecinal (lo que llamaríamos cotilleos). Lo que ocurre a continuación y el sorprendente desenlace, tendréis que leerlo para conocerlo. Y vale la pena. Os garantizo muy buenos ratos.

La forma de escribir de Ana Lena es clara, directa, intimista y muy llana, no exenta de momentos poéticos(1) y palabras sabias (2), de esas con tanto sentido común, tan común, que lo olvidamos:

(1)
La lluvia fina caía torcida, como escrita por un niño pequeño. Los cristales del salón estaban salpicados de minúsculas gotas que los hacían parecer plástico de burbujas para embalar y el paisaje a través de ellos no invitaba a salir de casa. No había nadie caminando por la calle, solo algún conductor despistado que avanzaba con los parabrisas a máxima potencia. Las aceras rezumaban agua y los jóvenes árboles de la pequeña plaza de enfrente trataban de resistir el viento, que los hacía doblarse y recoger sus hojas como melenas empujadas por un ventilador. La niebla estaba tan baja que no permitía ver el cielo. Parecía humo blanco que se hubiera comido los pisos más altos de los edificios.

(2)
Y ¿sabes lo peor? Que aquí huele a viejo. Faltan niños y jóvenes. La vida está hecha para que convivan los niños con los viejos y los jóvenes con los adultos, para contarse cosas unos a otros y hacer un esfuerzo por comprenderse. Los más jóvenes tienen que explicarnos a los viejos todo lo nuevo que hay en el mundo y los viejos tenemos que contarles a los jóvenes las verdades que nunca cambian. ¿Aquí? ¿Todos viejos? Es muy triste. No es natural. (Pepe desde el asilo de ancianos)

Por último tengo unas recomendaciones:


Leer "Lo que callan los muertos" es mejor que una guía turística de Oviedo. Juro que lo he conocido más a fondo que cuando estuve allí.
Os recomiendo encarecidamente leer con el estómago lleno, o babearéis ante la mención de empanadas de lomo y pimientos, casadielles, setas y otras delicias que el libro menciona en cantidad tan abudante como las comidas de Doña Angela.
Que os aproveche.

Enlace: https://www.desdeelredondal...
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