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Crítica de Lyra


Lyra
24 November 2019
La huella del mal es una novela policíaca publicada en 2019 por la editorial Planeta y que ha cosechado, a pesar de su larga extensión, un gran éxito entre el público por aunar en sus líneas criminología y arqueología prehistórica.

Nunca había leído a este autor aunque lo conocía por su anterior novela, Círculos, la cual también tuvo mucha repercusión en el panorama literario nacional. Por eso, en cuanto vi que la nueva novela que sacaba al mercado tenía por temática la sucesión de unos crímenes acontecidos en la Cueva del Sidrón (Asturias) y en la Sierra de Atapuerca (Burgos), como aficionada a la novela negra y como prehistoriadora, no pude resistirme a ella. Y, aunque no era lo que me esperaba, recomiendo su lectura.

La narración, en tercera persona, se articula a través de las voces de los tres protagonistas, los policías Silvia y Rodrigo y el experto en seguridad privada y expolicía Daniel. La historia avanza a caballo entre dos líneas temporales: la del presente que se ambienta en las localidades de Niebla e Ibeas de Juarros (Burgos) y la del pasado, con menos peso argumental, que tiene lugar en la cueva del Sidrón, en Cadanes (Asturias). El nexo de unión entre ambos planos argumentales es el de la existencia de dos homicidios de particularidades semejantes acometidos en escenarios arqueológicos.

Que sean tres los puntos de vistas más importantes desde los que el lector conoce la historia, la alternancia de las tres voces y la estructuración en capítulos breves hacen que la lectura avance a buen ritmo y que sus casi setecientas páginas se devoren rápido. La prosa del autor es correcta, sencilla y directa.

Además de a los tres protagonistas, nos encontramos con multitud de secundarios, muchos de ellos sospechosos durante la investigación. La construcción tanto de los personajes principales como del resto destaca por las luces y las sombras que salpican a cada uno de ellos, siendo la evolución de los mismos más notable en los protagonistas, como es natural, y más específicamente en Silvia y Daniel, quienes comparten un pasado profesional y personal no muy lejano. Es, de hecho, este pasado común una de las subtramas que más juego da a lo largo de la narración.

La correspondencia entre las voces y los personajes (es decir, los perfiles lingüísticos) me parece que está muy bien trabajada y, a pesar de ello, no he conseguido empatizar ni con Silvia ni con Daniel y solo un poco con Rodrigo. Creo que esto se debe a que los dos primeros se me han antojado fríos, egoístas e inmaduros para la edad y la posición profesional que ostentan y, el último, sencillamente me ha parecido demasiado corriente. En numerosas ocasiones he leído que la clave está en crear personajes ordinarios que hagan cosas extraordinarias y no viceversa. Y, quizás, en parte mi frustración con estos personajes se deba a eso, a que nos son presentados como profesionales sobresalientes y después como lectores presenciamos en ellos maneras de actuar mediocres.

Por su parte, los personajes secundarios relativos al ambiente académico como la bióloga Inés, el arqueólogo voluntario Galder y el director Samuel Henares hacia el final y en mi opinión han ido adquiriendo roles estereotipados y casi caricaturescos. Y aunque la ficción es libre, creo que bastante encasillados en lo excéntrico nos tienen a los profesionales del pasado como para ahondar en tal prejuicio.

Para ser una novela negra, quizás haya echado de menos más giros argumentales y un final menos predecible, pero esta pequeña decepción pasa a un segundo plano al considerar lo interesante que se ha tornado el camino hacia el desenlace.

Y es que si algo he de destacar de esta novela son la ambientación y el trabajo de documentación. La recreación del día a día del equipo multidisciplinar de investigación de Atapuerca, del proyecto Paleolítico Vivo, del CAREX (Centro de Arqueología Experimental), etc. me ha resultado inmejorable. Y toda la divulgación novelada que el libro desprende sobre antropología, evolución humana y genética me ha fascinado de la misma manera en la que tales disciplinas lo hicieron cuando cursé mis estudios sobre ello. La combinación con debates éticos y morales y con materias como la psicología forense o con marcos teóricos provenientes de la criminología hacen de la trama una tentadora invitación hacia el estudio de estos campos tan interesantes.

En conclusión, La huella del mal es una absorbente novela policial que, a través de la investigación de dos complejos crímenes, pasea al lector por los pasajes más interesantes de la historia de la humanidad. Un imprescindible para los amantes de la novela criminal y para los aficionados a la arqueología y a la evolución humana.
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