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Crítica de Ferrer


Ferrer
01 November 2019
El sevillano Antonio Rincón-Cano está vinculado al mundo teatral desde los 18 años. Formado en el Laboratorio William Layton como actor, Rincón-Cano, además de llevar a cabo tareas como director de escena, ha fundado su propia compañía teatral, que ha transitado los escenarios hasta 2015, y ha merecido el IX Premio Romero Esteo por Over the rainbow. Vinculado en la actualidad al madrileño Teatro Lara y a la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga, Rincón-Cano busca ampliar la difusión de su producción como dramaturgo por medio de una de las vías más transitadas para ello, la de los premios. Por Los días titánicos ha logrado el XIII Certamen de Letras Hispánicas Rafael de Cózar de la Universidad de Sevilla, que ha publicado Renacimiento.
Un museo, una sala “blanca y vacía”, la adolescente Victoria, el bedel Jacobo, solitario y un tanto temeroso, y la directora Olvido, que abomina del egocentrismo de los pintores. Un cuadro, un motivo para estar ante él cuando todo permanece cerrado, para infringir las normas. Una pasión que soterra un drama, una necesidad, un remordimiento, un perdón, el miedo a la soledad. Los personajes chocan, preguntan pero no responden, esgrimen su coartada para lograr su propósito, porque estamos ante una obra donde los tres personajes se contraponen, cada uno contrasta con el resto. Victoria dominante, con su mochila roja como único equipaje y unas ganas incontrolables por mantener ese halo de misterio y agresividad que la rodea, admira el cuadro puesto que lo identifica con una persona que nunca quiso perder, mientras que Olvido odia la obra pictórica, porque representa un ayer que quiere superar, al tiempo que Jacobo ignora tanto ese cuadro, como ese ayer y esos motivos.
Si para Jacobo el museo es un lugar seguro porque le aísla del mundo, le aleja de sus recuerdos y del error de su pasado y le mantiene apartado, para Olvido el museo es una prisión que le mantiene en contacto permanente con Fernando, con lo que fue, que es lo mismo que busca Victoria, el pasado en común. En los ojos de Victoria “se ve que es capaz de todo” por mantener viva la llama de ese pasado. El fantasma de Fernando une a las dos protagonistas, pero distinta forma: para Olvido como pesadilla; para Victoria, como excusa para el amargo odio contra todos los demás. Victoria es “un ser que no está anclado en ninguna parte”, su vida quedó vacía al perder a sus padres a los 12 años. Jacobo monologa y sostiene que “ahora tengo la esperanza de que alguien me verá con otros ojos. Tengo la esperanza de que alguien no me preguntará por mi pasado. Tengo la esperanza de que yo también puedo, debo, pasar página. Lo único que tengo que hacer es perdonarme yo… Y luego seguir caminando”. Por eso Olvido marcha a Osaka, por eso Victoria rechaza el museo. No son personajes marginales, pero sí invisibles más allá de las paredes que albergan el cuadro, donde convergen recuerdos y realidad.
Este es un teatro de corte intimista envuelto en una faceta cotidiana, que sirve para atrapar al lector, un realismo convencional al decir de Darío Villanueva. En esta pieza, identificamos rasgos comunes en la obra de Rincón-Cano como el silencio y la soledad, una sociedad que aísla al individuo, unos personajes con máscara que solo se desprende con el transcurrir de las escenas, un pasado oculto que se revela paulatinamente y del que se quiere huir en contraste con la aplastante realidad.
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