Y pensé en lo que se extendía delante de mí a lo largo y ancho del mundo y del tiempo, y decidí vivirlo con delicadeza y reverencia, aprender de cada cosa lo mejor.
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Y pensé en lo que se extendía delante de mí a lo largo y ancho del mundo y del tiempo, y decidí vivirlo con delicadeza y reverencia, aprender de cada cosa lo mejor.
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El oscuro olor de la mujer me llegó; su perfume picante, más fuerte que el de la mezcla de la olla, me pareció casi prohibido cuando me apoyé en las paredes de las enredaderas.
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Sus labios eran rojos, su aspecto era libre, sus rizos eran tan amarillos como el oro, su piel era tan blanca como la lepra. Ella era la pesadilla, la-muerte-en-vida que espesa la sangre del hombre con el frío. |
La soledad hasta el borde de la locura.
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Tú me diste tu beso inmortal -dijo, pero no a mí sino a sí misma-. Tú me amaste con tu naturaleza de vampiro.
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(...) vi sus ojos como dos llamaradas oscuras en su rostro blanco. Una muñeca de la que alguien había arrancado cruelmente los ojos y los había reemplazado con un fuego demoníaco.
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Mata conmigo esta noche -me dijo, con tanta sensualidad como una amante-.
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Pues eso era lo que era. Una muñeca mágica. La risa y el intelecto infinito y luego la cara de redondas mejillas, la boca como una flor.
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Claudia era un misterio. No era posible saber lo que sabía y lo que no sabía.
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Lestat opinaba que el color más indicado para vampiros era siempre el negro; posiblemente fue el único principio estético que mantuvo con firmeza, pero no se oponía a nada que trasluciera estilo y exceso.
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¿Quién es el protagonista de la historia?