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Las mejores frases de Los diarios de Emilio Renzi: Un día en la vida (3)

Queridobartleby
Queridobartleby 03 July 2019
25-3-76, en Buenos Aires, Piglia refleja en su diario:
Ayer, el golpe. Me quedé leyendo esa noche hasta la madrugada y desde la ventana vi cómo los militares cortaban el tráfico, escuché voces de mando, vi colectivos encandilados con la luz de un foco antiaéreo, vi civiles que patrullaban las calles; a la mañana siguiente volví a la ronda de escuchar las radios en cadena transmitiendo marchas militares. Preparan una represión sangrienta. Su asesor en economía es Martínez de Hoz. Pasé el miércoles sin salir a la calle, hoy me dispongo a asomarme a la ciudad.
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Queridobartleby
Queridobartleby 06 July 2019
Leo el diario de Brecht, él también había perdido todo, pero no tenía miedo por las noches, ni lo despertaban los ruidos de la calle. ¿Qué se aprende en estas situaciones? A reconocer las determinaciones, la vida ya no depende de uno mismo. La realidad exterior invade de tal modo la iniciativa que parece absurdo hacer cualquier cosa, ya que nada se puede hacer para solucionar la cuestión principal. No es cierto que en estos casos uno valoriza —como debiera— la libertad: el miedo a perderla hace que sea preferible no pensar en sus virtudes.
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Queridobartleby
Queridobartleby 04 July 2019
Un mes atroz. El mismo sábado 3, la tarde de la anotación anterior, poco después de llegar a casa, por el portero eléctrico una voz de hombre dice que deben entrar al departamento y que vienen de parte de Obras Sanitarias. Pronuncia mal mi apellido: «¿Es el señor Rienzi?». De inmediato bajo al Jardín Botánico, ellos subieron por el otro ascensor. Pasé dos horas sentado bajo los árboles con la mente en blanco. Por fin volví y hablé con el portero: «Me mostraron credenciales del ejército», dijo. Desde entonces he dado vueltas por distintos lugares, pasé un tiempo en la casa de Horacio en Adrogué. Él sabía perfectamente lo que estaba pasando y no me hizo muchas preguntas. A pesar de que tiene tres hijos, corrió el riesgo de refugiarme una semana. Me instalé en una pieza del fondo y estuve ahí leyendo una historia del nazismo. Al final de la tarde Horacio, que es mi hermano, venía conmigo a charlar de bueyes perdidos. Cuanto más dura y despótica es la situación política, más se habla de cualquier cosa, como si repitiéramos la frase de Joyce: «Ya que no podemos cambiar la realidad, cambiemos de conversación».
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