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Crítica de Beatriz_Villarino


Beatriz_Villarino
09 November 2018
Acabo de leer El gran frío, de Rosa Ribas y Sabine Hofman.

Estas escritoras ya editaron una novela entre las dos el año pasado, Don de lenguas, en la que la protagonista, Ana Martí, hija y nieta de periodistas sigue los pasos de la familia, pero a ella le toca desenvolverse en una época nada favorable para los españoles en general y para la mujer en particular. En los años 50 las mujeres no solían hacer periodismo de investigación, pero ella se las apaña para ayudar a la policía a resolver un asesinato aunque luego deba ocultar a los lectores datos que el régimen de la época censuraría.

En esta segunda entrega, de lo que parece se puede convertir en serie, Ana Martí ha cambiado de periódico (por razones políticas) y publica noticias bajo seudónimos (por idénticas razones). Y de nuevo, lo que en un principio parecía un caso de arrobo religioso, una niña a la que le sangran manos y pies como si se tratase del mismo Cristo, se convierte en un horror para la periodista que debe aclarar una serie de muertes con lo que parece la oposición del pueblo entero.

Y, aprovechando que el invierno de 1956 fue uno de los más fríos, y la protagonista queda atrapada en un aislado pueblo de Teruel, las autoras de El gran frío denuncian con una claridad pasmosa la dureza de lo que se conoce como la España profunda. Ana debe luchar contra las propias mujeres para que la tomen en serio, pues lo que prevalece es la incultura, la fe absoluta que lleva a un fanatismo intransigente y que no es otra cosa que el miedo a descubrir algo nuevo, diferente, desconocido.

El horror de la vida en los pueblos queda patente en la novela, el miedo a denunciar por las posibles represalias, aceptando incluso el ser torturados como animales desprovistos de toda dignidad, envueltos en un falso orgullo que no lleva más que al rencor. La admisión de un determinismo feroz, causado por la falta de conocimientos científicos, que desemboca en la necesidad de creer en fantasías y supersticiones para todo a lo que no se encuentra respuesta. El tópico de las figuras autoritarias, cacique, cura, guardia, alcalde, maestro, queda de alguna forma desbaratado. Esto es lo que tiene vivir sin más expectativas que las que conocemos, las que nos rodean, dando la espalda a otras costumbres, otras posibilidades, otros razonamientos, otros saberes.

Por eso no me extrañó cuando el cacique del pueblo, don Julián Maestre, le contesta a Ana Martí con una cita de Hamlet (lo que dice el príncipe a su amigo al hacerle jurar que no dirá que ha visto el espectro) “Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía”. Y efectivamente hay más cosas en la novela para poder entender el “milagro” de la santita con estigmas y los asesinatos. Y será Ana Martí quien los descubra; y nos enteremos en un momento porque la novela se lee del tirón, desde el principio te atrapa la prosa ágil y el suspense.

Y desde el principio, algunas curiosidades sobre nuestras costumbres nos hacen entender algo mejor la tradición de nuestro país; la falta de higiene no es otra cosa que un rechazo hacia los árabes, que, según los españoles se lavaban a menudo. La historia de la marquesa de Villasante, que rota de dolor por la muerte de su hija, decidió cortar trocitos de su cuerpo para que estuviera con ella de alguna manera; cuando encontraron las manos en formol, inventaron una cancioncilla que terminaba: “Moraleja: esconde la mano que viene la vieja”

Me alegro de incorporar otra “detective” a mis lecturas.

Enlace: http://elblogaurisecular.blo..
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