—No te merezco —susurró él. —Tal vez. Tal vez no nos merezcamos el uno al otro. Pero puedo elegir a quien quiero amar. Y te he elegido a ti. |
—No te merezco —susurró él. —Tal vez. Tal vez no nos merezcamos el uno al otro. Pero puedo elegir a quien quiero amar. Y te he elegido a ti. |
Me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el infierno. Y ahí te encontré. Por mi, puedes quedarte eternamente.
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Los dos tenemos cicatrices, Julianne. Pero las mías no están a la vista.
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Eres mi Beatriz. Me perteneces.—Gabriel, no soy tu Beatriz. No soy la Beatriz de nadie. Los delirios tienen que acabar.—Nadie tiene el monopolio de los delirios. Nuestra única esperanza es dedicar el tiempo que necesitamos a descubrir quiénes somos en realidad y decidir luego si es una realidad con la que ambos podamos convivir.
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—Mi nombre es una enorme ironía. Estoy más cerca de ser un demonio que un ángel y no puedo esperar redención, porque he hecho cosas imperdonables.
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—No soy tan inocente como lo era cuando tú y yo nos conocimos, lo que significa que tienes una visión falsa e idealizada de mí.
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El ángel de ojos castaños estaba llorando por el demonio. El ángel lloraba porque le dolía que alguien le hiciera daño a él.
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—Mi familia es como una novela de Dickens, Julia. No, peor. Somos una mezcla retorcida de Arthur Miller y de John Steinbeck, con una pizca de Dostoievski y de Tolstoi para darle sabor. —¿Tan grave es la cosa? —Sí. Me temo que hay también elementos de Thomas Hardy acechando bajo la superficie. Y sabes que odio a ese cabrón manipulador. |
VE CLARAMENTE TODA SALUD quien a mi dama entre las damas mira; las que con ella van se ven obligadas de agradecer a Dios tan bella gracia. Y su belleza es de tanta virtud, que a las demás ninguna envidia alcanza, y así con ella las hace andar vestidas de gentileza, amor y fe. Verla vuelve a toda cosa humilde, y no solo ella se hace ver agradable sino que cada una por ella recibe honor. Y hay en sus actos tanta gentileza que nadie puede traerla a la memoria sin suspirar de dulzura y de amor. |
TAN GENTIL Y TAN HONESTA LUCE mi dama cuando a alguien saluda, que toda lengua temblando enmudece, y no se atreven los ojos a mirarla. Ella pasa, sintiéndose alabada, benignamente de humildad vestida; pareciera ser algo venido del cielo a la tierra a mostrar un milagro. Se muestra tan agradable a quien la mira, que por los ojos procura al corazón gran dulzura, incomprensible para quien no la experimenta. Y parece que de sus labios surgiera un espíritu suave de amor pleno que al alma va diciendo: ¡Suspira! |
Gregorio Samsa es un ...