Habitante de los márgenes sociales, Cometierra es una heroína con trazas de outsider que se debate entre la fantasía de comenzar de nuevo y encajar en el mundo, y un sentido de la responsabilidad del que no hay modo de librarse. A su lado, Miseria también busca su sitio: tramar afectos donde hasta ahora solo hubo carencias y, a su vez, sacar el máximo partido de un instinto de supervivencia desarrollado a la fuerza desde muy pequeña. A través de estas dos protagonistas, cuyas voces alternan a lo largo de toda la novela, muerte y vida se entrelazan en el discurrir de visiones macabras y escenas de ternura maternal que, junto con las representaciones del bien y el mal que nutren el relato, abren un juego de contrastes que bebe tanto de la tradición de la tragedia clásica como de géneros populares como el noir y el cómic. Entre mujeres que están allí para acompañar y guiar a las más jóvenes y brujas malvadas que dominan los secretos de la magia negra, o hermanos protectores y padres monstruosos, Miseria, sin embargo, trasciende las dicotomías para captar los matices de una realidad donde la desesperación y el dolor devienen rabia, pero, también, se conjugan con lo festivo, la dulzura de un gesto o la necesidad de compartir. Las historias de Cometierra, Miseria y tantas víctimas de una forma u otra de violencia de género señalan los límites y la ineficacia de las instituciones públicas, algo tan habitual hoy en día.
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