Lengua ajena

No encontrar tu lugar, sentirse sola, abandonada y que no encajas es algo doloroso que te condiciona la existencia presente y futura.

Sara, recien separada de Adriá (banquero catalán )y con una niña pequeña (Lola) vive en Queens.
Y desde allí nos va a contar su vida y la de su familia. Una familia de migrantes.
Sus abuelos Hanna y Ernesto, judíos huyeron de Austria y Alemania. En Estados Unidos se casaron y allí tuvieron a Edna y Lea. Pero Hanna había "regalado " a su hijo y eso ha sido algo que la atormentó siempre. Tanto que en un viaje de negocios en el que la familia acompaña a Ernesto, Hanna huye con sus hijas a las que termina abandonando para buscar a aquel hijo que no sabe donde está.
Una vez que Ernesto las encuentra, Lea decide quedarse allí mientras que el resto de la familia vuelven a Ecuador donde las vidas de Hanna y Edna no serán las mismas.

Sara también migrará a EEUU, es el plan ideado por su hermano Arón y su madre cuando Edna tiene un accidente de coche. Primero irá a Dallas con su tía Lea y su prima Katya y posteriormente a Nueva York donde se casará con Adriá, tendrá a Lola y se separará.


Siempre se sentirá extraña, ajena y sin formar parte de un lugar primero porque ni su madre ni su hermano han ido a verla. Después porque su matrimonio se ha ido a pique y está sola con su hija. Compartir a Lola le "desmenuza el cuerpo" y quiere volver con su ex pero este no quiere y entonces quiere volver a su país pero Adriá no quiere estar tan lejos de la niña y su madre no la anima a que vuelva, todo lo contrario...

Una familia de errantes, de desterrados. Una familia en la que la abuela obsesionada con el hijo que regaló y al único que quería, porque las hijas nacieron a pesar de ella, no acariciaba y no sonreía y eso condiciona su vida, la de sus hijas y nietos.

Con una prosa fluida nos muestra en 27 capítulos imágenes familiares de amor y tristeza, de ayer, hoy y mañana alternandolas con sus sentimientos y vida actual logrando formar, cuando tenemos todas las piezas, un puzzle de su vida. Una vida marcada por el desamor, la crianza de su hija y la búsqueda de una nueva vida y su sitio en el mundo.


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Lenguaje y maternidad. Lengua y arraigo. Habla y extrañamiento.

Hay historias que se repiten y, sin embargo, en las palabras de cada autor o autora resultan distintas. La historia de Sara, una joven madre ecuatoriana separada que vive en Nueva York, no es muy diferente de otras que inundan el panorama literario reciente de no ser por su fijación en el lenguaje.

Hay una relación tan especial, tan verbal y sonora, entre la protagonista y su hija que es muy complicado no dejarse arrullar por sus palabras. Pese a que madre e hija hablan idiomas diferentes, será el idioma del amor el nexo que nos unirá a nosotros también a esta historia.

Una historia en la que hay cierto sufrimiento por la imposibilidad de vivir en la conexión primigenia del cordón umbilical, no solo en lo que implica la relación de Sara con su hija Lola, sino con las mujeres de su pasado reciente. Hay un arrancarse de sí, de la tierra que nos vio nacer y de aquella que nos acoge con recelo. Un estar permanentemente suspendidos en un limbo de palabras vacías que no nos nombran.

¿Están las ramas del árbol genealógico condenadas a repetirse? ¿Qué hay de las mujeres que nos precedieron en nuestro propio modo de ser mujer, madre, hermana, amiga?

Aun con todo esto, hay algo que impide la total absorción de esta historia a lo largo de su lectura, no sé si son los momentos previos al desenlace o una pátina de cuestionamiento y reflexión que no termina de permitir que la historia crezca y avance.

En determinados momentos es demasiado honda e impenetrable la visión de túnel del discurso de la protagonista precisamente por el peso que supone el destierro, la indefinición.
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