Bajo otros cielos, otras montañas

¿Quién no ha esperado un cambio en su vida, no solo para salir de la monotonía, sino para llegar a ser más feliz? Es lo que Eli, una de las protagonistas de esta novela, aguarda. Pero a veces no solo basta con esperar, sino que hay que hacer algo más, hay que pasar a la acción si quieres conseguir algo. Porque eso de que a las buenas personas les pasan cosas buenas no nos lo creemos, y sabemos que hay que buscar la felicidad, que no viene sola.

Por otro lado, cuando tenemos claro que necesitamos un cambio, a veces no sabemos cómo realizarlo, qué hacer para dar ese giro tan necesario. Es lo que siente Carlos al principio de este libro, y se siente atrapado porque no sabe aún lo que busca.

A partir de un acontecimiento real, el fallecimiento de Miss Elizabeth Hawley, un icono del periodismo de montaña, Lara Recuero y Pedro P. Sánchez crean una historia que se bifurca en dos. A veces la distancia entre estos dos caminos se estrecha, y el lector solo está deseando que se unan y ver lo que ocurre.

He de decir que esta no es una historia de amor, o por lo menos no lo parece. Esta es una historia con la que de puede empatizar, con la que sentirse identificada, por la cercanía con la realidad que muestran los sentimientos y problemas de los protagonistas. Quizá yo no viva en Nueva York, pero sé lo que es tener todo y sentir que me falta algo para ser feliz. Sé lo que es tener delante una oportunidad para completar mi felicidad y tener miedo de dar el paso. Y seguramente la mayoría de personas que acaben con este libro entre sus manos también lo sepa, por lo que esta novela no les dejará indiferentes.

El final abierto de este libro me parece todo un acierto, porque encaja con diferentes perfiles lectores, dejando a su criterio lo que podría ocurrir más adelante en la historia. No obstante, no me ha parecido que faltara ninguna pieza en esta novela, porque creo que no hace falta añadir mucho más al final.

Me encantan los libros en los que aprendo cosas nuevas, en los que noto el trabajo de los escritores a la hora de documentarse e informarse de ciertos temas, y en este me ha maravillado la cantidad de detalles sobre el Himalaya, Nepal y los sherpas que el libro ofrece. A veces hay escritores que pecan de sobreinformar con todo lo que saben sobre el tema del libro, pero en este me ha parecido que no sobraba ninguna información, que toda era interesante y aportaba algo a la lectura.

En definitiva, creo que es una novela corta con la que pasar un buen rato, aprender un poco sobre deportes de montaña y la cultura nepalí, muy distinta a la nuestra, y disfrutar de una historia con la que reflexionar sobre tu propia vida.

Este libro rebosa ternura, de principio a fin, y ya desde sus raíces. Pero no entendiendo la ternura como algo light y cuqui. Decía el Ché Guevara que “a veces debemos endurecernos, pero jamás debemos olvidarnos de la ternura”. Y esta historia tiene las dos cosas: dureza y ternura.

Ternura entendida como regalo inesperado que invita a la aventura: una expedición que va madurando día a día, con esfuerzo y dedicación, como un camino de generosidad y confianza, pero siempre desde una mirada de asombro permanente.

Ternura de los gestos, de las miradas, de las sonrisas, de las palabras y de los silencios, pero también ternura de la amistad, ternura del corazón.

Ternura que se expresa más allá de compartir la misma lengua porque no solo son las palabras las que reflejan las emociones. Ternura que es escucharse, reconocerse, hacerse confidencias, para inventar la vida y crear este libro que te acaricia y te hace sonreír.

Necesitamos más ternura que nunca para dar luz y para calentar nuestros corazones en estos tiempos sumidos en avalanchas. Para escalar cualquiera de las “montañas” que hoy se nos plantan delante hay que abandonar miedos, dudas y comodidades y nos van a hacer falta coraje y ternura.

No explico nada más porque me gustaría que su lectura os inspirara la misma ternura que a mí aunque estéis bajo otros cielos, otras montañas.