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Este libro me parece un mimo para los sentidos. Lo recomiendo a quienes sepan apreciar las delicias de la prosa poética y les guste acariciar las palabras, perderse por los párrafos, explorar los sentimientos que despierta y releer con voz melosa de poeta. A lo largo de esta historia tierna, dulce, íntima y quizás algo aniñada, pero nada pastelosa, conocemos a Amelia, la coleccionista de besos, y todos los besos que a lo largo de su vida ha ido guardando como oro en paño. Con una prosa poética cuidada, elegante y refinada, la autora nos narra los diferentes tipos de besos que forman parte de la colección: su historia, su posología y en qué consisten y qué efectos beneficiosos para la salud provocan. Me parece muy difícil seleccionar los mejores, pues todos ellos tienen algo de entrañable y bonito en sus historias. Sin embargo, los más bonitos por cómo y en qué circunstancias se dieron, serían el primer beso, el beso soñado y el beso quitapenas. Otros de especial interés fueron el beso rutina, el beso de Judas y el beso despechado. ¡Alerta! Huye de estos tres últimos besos. Creo que es un regalo precioso y muy original, un libro para tener en la estantería con el que, de vez en cuando, saborear las palabras y finalizar la lectura con un cierto regusto a beso en los labios. Lo mejor es que al leerlo, tu memoria se acuerda de esos besos dados en un pasado quizás algo lejano y es incapaz de retener esa sonrisilla picarona, juguetona, típica de adolescente. También es bonito descubrir qué besos te faltan en tu colección personal, esperar recibirlos e imaginar la persona que se esconde tras los labios emisores. Quizás yo empiece también a coleccionar besos.
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