Tongolele no sabía bailar

“Vimos cómo aquellos que cuando eran jóvenes lucharon por un mundo nuevo le daban un golpe de Estado al pueblo cambiando la Constitución para perpetrarse en el poder en nombre de una revolución ya muerta y no dijimos nada. Vimos cómo se robaban las instituciones y las prostituían y tampoco dijimos nada. Vimos cómo se apoderaban de la policía y del ejército y nos callamos. Qué cómodo es callarse. Y qué cobarde.” -Sergio Ramírez.

3.75 estrellas.

(La reseña puede contener algunos leves spoilers).

Esta novela ha sido todo un reto. He de confesar que por principio, me costó muchísimo engancharme y la primera parte me pareció algo pesada, porque no lograba interesarme del todo por la historia ni los personajes. No sé si tenga que ver que este libro es parte de una serie –las aventuras del inspector Dolores Morales- y que ésta es la tercera entrega asociada con el personaje. Si bien entiendo que los libros pueden leerse por separado, supongo que los dos anteriores permiten conocer con más detalle a los personajes principales que parecen ser recurrentes, empezando por el inspector Morales, y Anastasio Prado, alias Tongolele, y némesis del protagonista.

El libro arranca cuando Morales, recién exiliado en Honduras por Tongolele decide regresar a una Nicaragua convulsa, bajo el régimen de Daniel Ortega, para reunirse con Fanny, su amante de años y gravemente enferma de cáncer. Su regreso está marcado por una serie de asesinatos y persecuciones a opositores del sistema, específicamente los jóvenes y universitarios, y pronto se ve envuelto en la conspiración propia que se teje dentro del gobierno, para eliminar a rivales.

Estamos ante una novela contemporánea que expone la actualidad en Nicaragua, un país bajo un régimen dictatorial que no tolera disidencia. Si bien la historia tiene algunos toques de sátira, lo cierto es que es una denuncia brutal de los eventos sucedidos en 2018 cuando el gobierno reprimió a estudiantes que se manifestaron en las calles, asesinando y desapareciendo a miles. Fue en esta parte en donde la novela captó mi atención y ya no pude dejar de leer. Quizá es que no deja de sorprenderme cómo la realidad de América Latina se repite una y otra vez ante una sociedad que a veces es cómplice, pero que también con frecuencia no tiene el apoyo suficiente para mover a gobiernos que pasan por encima de las libertades y derechos humanos. Quizá también resulta impactante cómo en toda la historia, Ramírez señala lo que es el flagelo más terrible de nuestra región: la corrupción, que es la que finalmente permea todas las instituciones y fomenta los abusos de poder.

En el libro resulta contradictorio como Morales, en principio sacado del país por un caso anterior que investigó de más, regresa y se vuelve parte de un juego para desacreditar a uno de los hombres fuertes del régimen, lo cual muestra lo peligroso que son éstos sistemas, que ni a sus propios miembros respetan. Ramírez también introduce y maneja con maestría todos los elementos que juegan un papel fundamental en la crisis nicaragüense y que incluyen las redes sociales, la interferencia de gobiernos extranjeros en la región (Venezuela), y la complicidad de diversas instituciones, incluyendo la iglesia.

Por otra parte, si bien no sentí que conociera a todos los personajes en su totalidad, todos me parecieron muy bien construidos: contradictorios, con terribles fallas y víctimas de un sistema que da pocas oportunidades. Sin duda le lector no puede empatizar con Tongolele y sus secuaces, ni con los paramilitares ni policías que aterrorizan a la población, pero el final de algunos de ellos deja un mal sabor de boca porque ellos también resultan verdugo y víctima de un sistema sin valores. Es sumamente complejo y deja al lector pensando en muchos otros temas pendientes de nuestra sociedad.

Me cuesta un poco superar el comienzo rasposo que tuve con el libro (pensé en abandonarlo antes de la página 100) y por ello no le doy mayor puntación, pero reconozco que conforme continué la lectura, tanto la prosa estupenda de Ramírez como la familiaridad con la situación que vive Nicaragua a mi propio país, terminó convenciéndome de que este es una gran historia y que, como muchas más, debe ser leída como obra literaria que denuncia los vicios en los que las sociedades caemos fácilmente, para prevenirnos. No diría que la historia tiene un final feliz –al contrario, hay una sensación de desasosiego, de esperanzas truncadas, de algo sombrío, algo que duele al escritor pues es la actualidad de su país, de su tierra, de la cual hoy en día está exiliado.

Gracias a Babelio por obsequiarme el libro a cambio de una reseña.