Las sombras errantes

Un libro incandescente. Si bien se nota que al autor no le preocupa para nada, se deja ver en cada frase que sus palabras están encendidas. La densidad poética de Pascal Quignard es absoluta. Su erudición es un banquete. Sus obsesiones son las de cualquier lector que lea en carne viva. Sus hipótesis son brillantes, maduras, catárticas, redentoras. Dice que habría varios reinos, o por lo menos dos. Uno sería el reino corrompido del mundo en que vivimos, del mundo histórico, del mercado, de la fealdad, del lenguaje. Otro reino sería el de los sonidos previos al lenguaje, musical, prenatal, primitivo. El primero es digno de escape. El segundo es el destino del escape. La redención que propone Quignard radica en el acceso al segundo -el último reino- mediante ventanas incrustadas en el primero. Pareciera que el mundo cerrado del lenguaje, de la guerra, del mercado, de la fealdad inhumana, puede romperse mediante el arte, la lectura, la música, la introspección erudita que Quignard comparte en sus libros. El lenguaje, en este caso, funcionaría de una manera particular, antitética, sería un lenguaje contra el lenguaje. Las fisuras de su miseria serían los pasajes al último reino, que en la visión de Quignard parece ser eterno, luminoso y sombrío a la vez, pacífico pero intenso, beatífico. Opino que este libro es una maravilla literaria. No es habitual encontrar esa lucidez en autores que se han percatado de los límites oscuros del lenguaje. Quignard es más extremo aún: no rechaza las sombras, las transforma en luces. Opino que este libro es muy recomendable. Hay que leer todo Quignard.