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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
24 September 2018
Cuando reseñé el pasado abril Los hombres de Wilmet ya os comenté que esperaba como agua de mayo el nuevo Pym que la editorial Gatopardo iba a sacar de cara al verano, así que os podréis imaginar que estaba deseando ponerme con él. Ese nuevo Pym era esta novela que hoy os traigo, Un poco menos que ángeles, así que al tajo :) Como casi todas las obras de Pym, es una novela bastante coral, pero tres son los personajes principales, o los que mueven la trama.

Por un lado tenemos a Catherine Oliphant, escritora de relatos y artículos románticos para una revista. Mujer muy independiente y casera, vive con Tom Mallow, atractivo antropólogo de buena familia... aunque lo de vivir es un poco por decir, porque Tom se marchó hace dos años a realizar trabajo de campo a África (su regreso es inminente). Por otro lado tenemos a Deirdre Swan, jovencita de diecinueve años, estudiante de Antropología, que vive en una zona residencial junto a su madre, su hermano y su tía. Aunque intentan emparejarle con los amigos de su hermano, Deirdre jamás se ha enamorado... hasta que conoce por casualidad a Tom Mallow, recién llegado de África, con su atractivo, su encanto... y poco más (aunque ya sabemos todos que con solo eso se llega lejos en esta vida). Así que tenemos el trío servido: Catherine y Deirdre enamoradas de Tom, Catherine y Deirdre que se hacen amigas a pesar de todo, y Tom que se deja querer por todo el mundo y quiere a todo el mundo, porque el mundo le ha hecho así y él es encantador y no puede hacer nada por evitarlo :)

A ellos tres habría que añadir familiares y amigos varios, así como a toda la fauna y flora del mundo académico que tanto le gusta representar a Pym en sus libros... y quien la haya leído un poco, sabe que de entre todo ese mundo académico, los antropólogos son la especie en extinción que más le gusta. En todos sus libros hay un antropólogo, solo que aquí la proporción por metro cuadrado es como la del camarote de los hermanos Marx, y como buenos investigadores y/o universitarios que se precien, pues tienen sus cosillas con las que lidiar: becas de investigación, subvenciones para hacer trabajo de campo, rivalidades, bailes nocturnos en el jardín con máscaras tribales en la cabeza, vocación antropóloga (o la falta de ella), prestigios inmerecidos, excelentes reputaciones que esconden mediocridad por un tubo, charlatanes con muchas "ínfulas de" que no saben de lo que hablan... Vamos, lo normal en el mundillo académico :)

Y es que en esta novela queda muy patente la visión que tenía Pym de dicho mundo. Que a Pym le gustaba sacar a pasear la ironía resulta muy evidente en el conjunto de su obra, pero en Un poco menos que ángeles también disfruta usando su aguda percepción de los defectos humanos a la hora de mostrar la batalla campal que resulta de un ambiente en el que todos se creen mejor que todos, en el que cada uno presume de sus hazañas menospreciando la de los demás, en el que se miden según el número de trabajos publicados y donde los más jóvenes viven pensando a quien arrimarse para avanzar en su carrera. Son todos como muy especialitos y, por decirlo de algún modo, en esta novela los antropólogos son casi de mayor interés antropológico que las propias tribus que van a conocer y estudiar a África.

Por otro lado es la segunda novela que leo de Pym, tras Los hombres de Wilmet, donde aleja mucho a sus protagonistas de las Mujeres excelentes que tan bien describió en la novela del mismo nombre. Y además deja constancia escrita a lo largo de las páginas. Aun así, estas mujeres, como en cada novela de la autora, son muy, muy superiores en todos los aspectos a los hombres objeto de su atención. Ya he comentado alguna vez que los personajes masculinos que tanto enamoran a los personajes femeninos en el universo Pym siempre están varios escalones por debajo de ellas en cuanto a fortaleza de carácter, inteligencia y valía, y en Un poco menos que ángeles nos encontramos más de lo mismo. Muchas veces estas mujeres son muy conscientes de esas carencias, y lo asumen con naturalidad y condescendencia, como si solo fuesen niños: son superiores a sus hombres, pero qué se le va a hacer. No se les puede pedir que sean perfectos. Otras veces directamente se les cae la venda de los ojos y siguen adelante con su vida, sin más.

A todo esto, no sé si será solo cosa mía, pero la verdad es que cuando llevas unos cuantos Pym a las espaldas, y sobre todo si conectas con el particular mundo de la autora, al atacar un nuevo libro suyo ya te encuentras como en territorio conocido. Quizás desde fuera puede parecer que siempre cuenta cosas parecidas, pero es que su literatura realmente nace de eso, de las relaciones habituales entre las personas, de los detalles especiales que se esconden en la cotidianidad, del día a día de un grupo de gente que acaba interconectada por las razones más diversas. La novela costumbrista es lo que tiene, y además resulta evidente que Barbara Pym tenía sus zonas de confort, pero este es el cuarto libro que leo suyo y sinceramente creo que cada uno de ellos tiene sus propios matices, sus propias peculiaridades, porque el amor, la amistad, la familia... son conceptos universales, pero las personas que nadan en ellos siempre son únicas, diferentes, y por eso las historias siempre tienen su personalidad propia.

Hablando de las zonas de confort de Barbara Pym, un claro ejemplo es la costumbre de situar a sus protagonistas en unos entornos determinados, y además le encantaba hacer guiños sobre ellos en otros libros, con lo que al final tejió un universo dentro de Londres en el que, de un modo u otro, muchos de sus personajes, pertenezcan al libro que pertenezcan, están relacionados con los de otros libros y se mueven en los mismos ambientes, tienen conocidos en común o salen a relucir de manera casual en una conversación. Por poner un ejemplo, se me ha alegrado el corazón al enterarme en este libro de cómo les iba a los Napier o a Mildred y Everard Bone (todos ellos protagonistas de Mujeres excelentes). Y cuando ya has leído unos cuantos de esos libros, y captas esos guiños, esas alusiones, esos comentarios sobre personajes de otros libros que ya conoces, la verdad es que te hace ilusión y no puedes evitar la sonrisa: sabes que ya formas parte de ese mundillo pymenita (me inventé esta palabra en alguna reseña anterior y se queda conmigo forever and ever).

A mí me ha gustado mucho, como todos sus libros, y sigo riéndome con las ocurrencias de esta mujer. Leer a Barbara Pym es entrar en un mundo tan british, tan cotidiano y fascinante a un tiempo, tan lleno de humor (humor que fluctúa entre la ironía y el sarcasmo) y tan representativo de una época, que ya me pueden echar los libros que quieran de Barbara Pym, que yo los adoraré todos porque, por muy similares que parezcan los mundos que recrea, siempre ocurre algo que te sorprende... y en este caso, en Un poco menos que ángeles, es el final. En esta historia pasa algo hacia el final que no había leído hasta ahora en ninguna de las novelas Pym y que te pilla por sorpresa y con el pie cambiado. No me lo esperaba para nada, y lo cuenta de un modo tan... Pym, tan suyo, que lo asimilas casi sin despeinarte, con semblante impertérrito british y un (apenas perceptible) enarcamiento de las cejas xD.

Imagino (¡espero!) que Gatopardo nos sorprenderá con otro Pym el año que viene, pero mientras tanto yo sigo teniendo Jane y Prudence en la estantería pendiente de lectura para que la espera se haga más corta. Y es que leer a Barbara Pym es quererla. No, no te va a llevar a vivir grandes aventuras ni pasiones desbordadas; solo te mete en las casas y las mentes de unos cuantos ingleses educados y contenidos de pura cepa de los años cincuenta, y a ver qué pasa. Y creedme, esas casas y esas mentes inglesas dan para mucho más de lo que parece :)

Ah, y no falta la alusión austenita de casi todos sus libros, que unas veces es más velada que otras, pero en este caso es totalmente directa y además sobre mi favorito, Persuasión (me salen muchos corazones por los dedos, pero no existe teclado ahora mismo capaz de transmitir eso). También se pasean por las páginas las Brontë con sus Rochester y Heathcliff... y los apellidos de autores clásicos. Cómo me gustan estos toquecillos metaliterarios...

Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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