Mujeres excelentes

“—Usted se pone demasiado en el lugar de los demás—dijo Helena—. Yo creo que es totalmente feliz cuidando los tiestos de su jardín y leyendo novelas. El secreto está en ser feliz e independiente.
—Pero nadie quiere eso cuando es viejo—protesté—.¿Sabría usted qué hacer con la libertad y la independencia si llegara tan tarde en la vida?”

“ [...] en definitiva, la vida era así para la mayoría de nosotros: los pequeños disgustos en vez de las grandes tragedias; los pequeños anhelos estériles en vez de las grandes renuncias y los idilios dramáticos de la historia o las novelas.”
...
Tras una serie de lecturas emocionalmente intensas, necesitaba dejarme llevar por una trama ligera y ágil. Elegí “Mujeres excelentes” de Barbara Pym, una autora a la que ya conocía por su “Extranjeros, bienvenidos” y que me aseguraba entretenimiento sin pretensiones. Además, quería leer algo para el reto de

Narrada desde la perspectiva de Mildred —soltera, treintañera y devota en los primeros años de la posguerra—, “Mujeres excelentes” es una historia sencilla y cotidiana. Puede que no pasen demasiadas cosas en la novela, pero eso no importa: la lectura se hace fluida y amable.

Y ahí radica precisamente su encanto: en el acompañar a Mildred en su día a día, en el discurrir de los pequeños enredos y en la ironía, a veces disfrazada de ingenuidad, con que analiza las situaciones y se hace preguntas. A pesar de que muestre en ocasiones una suerte de resignación ante la soledad que le supone su soltería, se cuestiona en otras diferentes aspectos de las relaciones personales que estaban muy interiorizados en la época.

Con ella, la autora apunta una vez más a su mejor logro: el de la construcción de figuras femeninas, sutiles, no tan pegadas a los convencionalismos de una sociedad que entiende la normalidad atada al matrimonio y a los roles tradicionales de género.

Tengo claro que con Barbara Pym nunca me van a faltar buen humor ni mordacidad. Y tampoco se me va a olvidar que siempre es necesario tener un buen té a mano. Té para todo. Nunca sabes lo que puede pasar.