El león jardinero

Tal vez no tengas nada por lo que preocuparte. tal vez eso de complicarse la vida no sea tan malo como imaginas...

Nunca puedes saber qué día será especial. Siempre te sorprende. Te levantas cada mañana como si tal cosa y de repente tu vida cambia. Aquél fue un día especial. Cuando pienso en ese día, me doy cuenta de que los anteriores fueron como una larga espera que me llevó hasta ese momento que cambió mi vida. Fue el tiempo que necesitamos, el león y yo, para encontrarnos de verdad.

Preferí observar antes de arriesgarme, porque sé por experiencia que, a veces, si simplemente esperas y observas, encuentras una solución.

¿No os pasa a vosotros? Imagino que, como a mí, os cuesta sentir la llamada de las cosas que os importan cuando estáis inquietos, tristes o enfadados.
Para relajarme, yo hago esto: me poso en una rama alta donde no haya monos, ni serpientes, ni pájaros ruidosos como los periquitos, que me desconcentran. Entonces contemplo la llanura, y me lleno de los colores, los olores y el horizonte tembloroso. No pienso en nada concreto, sólo siento y me dejo llevar. Así es como lo hago, sin forzar los recuerdos del nido ni dejar que me invada el miedo a no encontrarlo. Poco a poco crece la llamada y cuando ya la siento más clara, sin prisa alzo el vuelo y la sigo. Y hasta hoy, así es como siempre he conseguido reencontrar mi viejo nido.

El corazón te dice lo que necesitas si le dejas hablar y sabes escucharlo.

El amor que no se expresa no sirve de nada.

Tenía que haber insistido, debí haberle avisado. Pero yo no era un pájaro sabio, aún no había perdido a un amigo.

Dices que eres fuerte, pero ¿de qué te sirve ser fuerte si no puedes defender lo que quieres?

Hasta ese día (...) no existíamos el uno para el otro. No sabíamos qué nos hacía reír o llorar, que nos gustaba comer o qué momento del día era nuestro preferido. ¿Acaso no son estas preguntas importantes?