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Crítica de AnnieMoneth


AnnieMoneth
07 July 2019
Reconozco que me da vergüenza confesar que me encontraba entre las pocas personas que aún no habían leído El chico de las estrellas (Destino, 2015), la primera novela de Chris Pueyo, un madrileño nacido en 1994 con miles de seguidores a quienes llama, de forma cariñosa, «duendecillos». Casi cuatro años la he tenido en mi lista de pendientes hasta que, hace unos días, decidí reparar mi falta al enterarme, vía Twitter, que estaba a punto de terminar de escribir, no ya su segundo libro (que lo hizo, el poemario Aquí dentro siempre llueve fue publicado por Destino, en 2017), sino el tercero que, supongo, no tardará demasiado en ver la luz.

En su día había visto entrevistas a su autor, leído algunas críticas y reseñas literarias, así que tenía claro que sería una de esas lecturas que duelen. Me quedé corta; más bien, te desgarran por dentro. Y en mi caso, aún no tengo claro si lo que más me destroza es sentir empatía por Chris Pueyo —pues él es El chico de las estrellas—, o su capacidad para narrar de una forma increíblemente hermosa, desde la aceptación, los recuerdos dolorosos adquiridos desde su infancia hasta los veinte años.

Hay lectores que cuando comienzan la lectura de una obra van directamente al primer capítulo o, en su caso, al prólogo. Yo no. Yo antes me detengo en la dedicatoria y/o cita/s seleccionada/s por el autor y reflexiono. Siempre me resultan interesantes. Algunas veces, hasta me conmueven, como sucedió con El chico de las estrellas, un libro dedicado, entre otros, «a todos esos chicos que tienen más amigas que amigos, su voz suena más aguda de lo normal y caminan distinto. A los niños a los que llaman “maricón” por los pasillos del instituto. A quienes los defienden […] A los valientes. Este libro está dedicado a todo el que amó incluso cuando ya no quedaban razones. Pero sobre todo, este libro es para ti, abuela. De acero inoxidable». Los ojos ya se me humedecieron cuando después leí la cita de Million Dollar Baby: «La magia de librar batallas más allá de lo humanamente soportable se basa en lo mágico que resulta arriesgarlo todo por un sueño que nadie más alcanza a ver excepto tú». No había llegado al primer capítulo y ya tenía claro que estaba ante una obra muy personal, emotiva, que versaría sobre el camino que hay que recorrer y las batallas que librar, para alcanzar un sueño. Y hay que ver cuánto me acerqué, si bien jamás me imaginé lo difícil que sería ese camino para su protagonista.

El chico de las estrellas es una obra autobiográfica corta, juvenil, de poco más de doscientas páginas, cuya lectura aconsejaría, en especial, a cualquier persona joven, y no tan joven, que sufre (o ha sufrido) bullying, ya sea por su identidad u orientación sexual, por sobrepeso, por ser miope, friki, sordo, … por ser y sentirse diferente. Uno puede encontrar consuelo o, quizá una salida, en la filosofía de vida de Chris Pueyo, el chico de las estrellas, y el protagonista de esta novela. Una filosofía muy particular, basada en tres antídotos de la supervivencia.

«De las tormentas tristes, respuestas. De los meses del año, instantes. Del blanco de las paredes, estrellas».

El chico de las estrellas es una historia triste, sí, desgarradora, incluso, pero también es una bonita historia de superación y esperanza narrada desde la libertad y con grandes dosis de valentía, honestidad y sentimiento. Un conjunto de instantes húmedos, inmensos, valientes, felices, decepcionantes, satisfactorios, dolorosos, agridulces, tiernos, … vividos (y escrivividos) por su protagonista, ya sea en tremenda soledad o en compañía de amigas a quienes alude con nombres tan originales como La Arquitecta de Sonrisas, La Chica del Reloj de Pulsera o La Chica de las Arepas; y, a partir de cierta edad, instantes vividos bajo la tutela amorosa de su abuela, La Dama de Hierro.

Es el propio autor quien narra, a veces en primera persona, otras desde el punto de vista de un narrador omnisciente, la que fue su realidad en esa etapa de su vida. Y lo hace de una forma tan especial, desprende tanta magia su prosa, que recuerda a un cuento cuyos personajes, los buenos y los malvados, bien podrían pertenecer al País de Nunca Jamás, a Fantasía o a Narnia. Y me pregunto si la creación de este mundo particular fue su modo de protegerse de los dolorosos recuerdos que afloraron cuando se dispuso a plasmarlos en papel para sus posibles lectores. Recuerdos que, como lector, hieren como cuchillas. De verdad, durante la lectura me entraron unos deseos enormes de poder ser Hada Madrina y sujetar una varita mágica con la que convertir en piedra a los malvados de esta historia.

Hasta la edición en papel está lejos de ser convencional. Chris Pueyo escribe en tinta azul, remarca en negrita palabras o frases, cuando no las aumenta de tamaño. Llama la atención del lector sobre aquello que él desea destacar, lo que para él resulta significativo. Interactúa con este a lo largo de la narración.

El chico de las estrellas es una novela preciosa. De las que sientes cercanas, de las que perduran en la memoria. Leedla, si aún no lo habéis hecho; os gustará.
Enlace: https://despertaresdestonewa..
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