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Crítica de laurass89


laurass89
27 October 2018
Hace ya tres años que nos abandonó, a una edad temprana, uno de los escritores contemporáneos que más fantasías y risas ha suscitado con la lectura. No sólo consiguió que un libro de fantasía nos divirtiera, sino que además consiguió nos hiciera reflexionar sobre cosas tan poco serias como el dinero. Terry Pratchett nos enseñaba a través de la risilla floja.

Sin embargo, reconozco que no leí a Pratchett hasta que se fue al mundodisco, ¡qué vergüenza!, porque consideraba que sus libros eran de chiste fácil. No me equivocaba. Una evoluciona y me pusieron un libro suyo en las manos «bien, ¿qué problema hay con el chiste fácil?». Leí la contraportada y se me escapó una carcajada. No he podido parar de leer a Pratchett, y llevo ya unos cuantos.

Así es como llegué a Cartas en el asunto (en su edición de Debolsillo), primer libro que devoré del autor, que, como si la casualidad existiese, habla de una empresa corrupta y cuyos socios pueden ser acusados de malversación, extorsión, blanqueo, etc. Aunque también de la redención de los pequeños estafadores, de los ángeles, del coleccionismo de alfileres, del derecho de los gólems…

Acercamiento, sí a los gólems

Lo primero que notamos en esta novela es que ya hemos estado ahí o, mejor dicho, que no es un mundo completamente ajeno al que conocemos. El problema viene en situarnos, ¿dónde estamos? En Mundodisco sí, pero en qué época. Aquí es donde vienen los problemas, es un mundo parecido al medieval pero que no es el medieval, sin embargo, las coordenadas de este sirven para orientarnos. No sé si a un lector fanático de la fantasía le habrá pasado, pero a mí, cuando comencé este libro, no me convencía esa localización, aunque la reconocía. Este es uno de los puntos que más destacaría de Pratchett, ya que conjuga de manera perfecta elementos del imaginario medieval que son reconocibles (en este obra sin ir más lejos, la aparición del ángel y el juego de ajedrez, en El segador, la idea que la muerte se pasee por el mundo sin hacer su trabajo, recordemos la película El séptimo sello) con elementos de hoy en día, como el periódico Times, el empleo del dólar o la aparición de activistas pro-derechos.

Del alfiler a la filatelia

Y siguiendo con esta idea de acercamiento, encontramos en la novela un hecho que intuimos desde el comienzo de la misma, lo que no resta para que el choque humorístico y la angustia vital del personaje nos parezca menor. Quién puede pensar que una época parecida a la Edad Media existiera el coleccionismo, y menos de alfileres. Sin embargo, uno de los personajes, Stanley, será el mayor coleccionista de alfileres del mundo. Poco a poco, a medida que vamos leyendo sobre su afición a los alfileres, y no hace falta haber caído en este fetiche, nos damos cuenta de que el asunto se parece mucho a la filatelia y que, ya que el protagonista trabaja en una oficina de correos, Stanley podría cambiar de gustos.

No obstante, la broma no se queda ahí, sino que trae a la luz un problema aún mayor. Los sellos emitidos por la oficina de correos de nuestra novela pronto comienzan a utilizarse como dinero. Este paso del alfiler a la filatelia no tiene sólo ese toque de humor con Stanley, sino que nos enseñan cómo un papel comienza a albergar poder, el poder de adquirir algo de valor con algo que en principio no vale nada. de manera magistral Pratchett nos enseña los principios del papel como moneda, del dinero virtual.

Me río sí, pero estoy nerviosa.

Con el ejemplo que acabamos de señalar, vemos como en la risa el autor británico nos enseña algo serio, por decirlo así. No obstante, ¿esto es así durante toda la trama? Pues no porque, aunque encontramos una introducción humorística (en la que se nos presenta a nuestro protagonista, llamado Húmedo von Mustachen), en los momentos de tensión argumental (y no diré ninguno, serían spoilers insalvables) se evita el humor para que nos centremos en el acontecimiento. Esto no implica, tampoco, que la risa se nos corte como si nos dieran un hachazo, en realidad no llegamos a tener alarma por lo que sucede en ningún momento (si ahorcan o no al protagonista), pero sí que consigue que sigamos devorando páginas para saber que todo está bien. de todos modos, no podemos hablar de partes humorísticas y partes dramáticas, la misión de la novela es que te lo pases bien, por ello en las mesetas de tensión el humor vuelve para recordarnos que la novela no es para sufrir –y darnos cuenta después de los planteamientos que hemos ingerido con miel, por supuesto–. Además, en esos momentos se incluyen situaciones completamente realistas lo que aún nos acerca más a ese tira y afloja entre el humor y la tensión dramática.

¡Hala, qué chiste tan malo!

Hemos estado hablando del humor constantemente desde el inicio de la reseña y eso era precisamente lo que me alejaba, en un principio, de la lectura de novelas de este tipo. Quizá consideraba que una novela de humor iba a tener gags muy obvios, muchos «chistes malos». Sin embargo, cuando te adentras en Prattchet lo que descubres es que esos chistes nunca vienen mal y que, obviamente, no toda la novela se basa en ellos. Así, descubrimos en este autor cómo se combina el humor «barato» (que no malo) y que todos conocemos, con un humor interno, propio del mundo, que va hilando y narrando la situación de manera indirecta.

La persona o personas.

Finalmente quiero destacar el punto clave de esta novela. Se dice que en la Antigüedad la palabra ‘persona' designaba la máscara que llevaban los actores en el teatro y que definían cuál era su papel en la obra. Bien, el protagonista de Cartas en el asunto, Húmedo von Mustachen, no es él hasta que su anterior persona es ahorcada por estafador. Vetinari, el patricio de la ciudad, le da la posibilidad de siendo Húmedo vivir y convertirse en el director de correos.

Entre los muchos temas que desarrolla la novela, el tema de quién soy está patente en toda la trama. Húmedo después de haber tenido múltiples personalidades como estafador no sabe quién es ni qué hacer con su verdadera identidad. Quitada la máscara, eliminada la persona del timador, se descubre como un hombre honrado, aunque él no sea consciente de ello ni disfrute cuando lo llega a pensar. Como antagonista en este juego de personas tendremos a Asidor d'Oropel, cuyo punto clave es que siempre es consciente de que lleva la máscara puesta. Así pues, asistimos a una lucha entre el ser impuesto, el ser fingido y el ser verdadero, lucha reñida donde todas las partes consideran que están en otro lugar que no es en el que están. Así, Húmedo, que cree que sigue siendo un estafador, no entiende que ahora es director de la oficina de correos, aunque de hecho lo es y actúa como tal. Este baile de máscaras merece la pena, tanto porque Pratchett lo relata perfectamente bien, como porque nos invita a conocer qué «persona» creemos que somos.

No me queda ya más que invitaros a conoceros, a reír y, por supuesto, a amar la filatelia.
Enlace: https://ellibroenelbolsillo...
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