Buenos presagios

Leer esta obra supone una apuesta al buen hacer de sus dos creadores. A ser conscientes de que tanto Gailman como Pratchett poseen un universo muy peculiar, y personal, en el que estás invitado a entrar siempre que cumplas con las normas de su protocolo. Todo
eso requiere de una cierta predisposición por parte del lector a descubrir esos fascinantes mundos que te ofrecen los autores. Si eres de los que están dispuestos a perderse entre criaturas y deidades, angeles y demonios, brujas y sus cazadores, motoristas y monjas infernales, niños y tibetanos, entonces este será tu libro.
Porque hay que ser consciente de lo que uno tiene en sus manos. Si no lo eres, la historia que te narran los autores es una desternillante broma pecaminosa con el que pasar un gran rato tratando de encontrar un sentido a todo lo que te presentan en la narración. Giros de trama, paseos hacia adelante y atrás en un tiempo indeterminado que ya estaba profetizado, seres malvados que actúan con buen corazón y criaturas angelicales con mala leche. Miles de personajes que entran y salen de la trama para aparecer en un solo capítulo y poner un guiño tronchante que no será más que una tomadura de pelo con la que sonríes. Y sí. Sonríes y mucho. Hasta carcajeas con ellos porque la imaginación y la mala leche de este libro sólo podría estar escrita por el mismo Dios bajo la pluma de su nemesis.
Todo eso convierte al libro en algo muy complicado de seguir. Más de una vez te verás leyendo sin tener la más remota idea de qué o quién es el personaje que tienes delante. Pero sigues, porque en ese momento los autores te sueltan una nueva idea aún más osada que las anteriores, ves perros del infierno con nuevas intenciones, atlantes vestidos de buzo o extraterrestres rellenando papeleo.
Todas esas pequeñas historias convierten este libro en un caos que merece la pena descubrir aunque, como comenté antes, requiere de una predisposición importante a querer entrar en los mundos de Gailman y Pratchett. Una vez que estás dentro ya no podrás parar de reír y reflexionar acerca de la condición humana, la maldad y los buenos sentimientos. Un auténtico deleite que ya lo había profetizado Agnes la chalada algunos años antes.