La respiración violenta del mundo

Recibí este libro a través de Masa Crítica tras haberlo pedido por lo atractivo del tema y de su título. Siempre me interesó el tema de los niños apropiados por la dictadura militar, y su posterior recuperación por parte de Abuelas de Plaza de Mayo.

La novela está dividida en años y narrada en forma de crónica, con una prosa despojada de sentimentalismos y que se concentra en los detalles más ínfimos para recrear las escenas con total verosimilitud. Y realmente los primeros capítulos son sumamente impactantes: la vida de Emilia y su mamá en la clandestinidad, sin hacer ruido y esperando las visitas esporádicas de su papá Ernesto; la brutal escena del secuestro de Adriana y la posterior confusión y desesperación de Emilia mientras recorre la casa destrozada por el grupo de tareas registrando cada detalle de la devastación; su llegada a un orfanato (a pesar del reclamo de su abuela para que se la entreguen) y el desamparo de ser considerada una desamparada más. Esos primeros capítulos, a mi parecer, son los más potentes de la novela y aquellos donde está mejor lograda la percepción infantil del mundo de los adultos.

Luego Emilia es adoptada por una familia católica y conservadora que le asigna una nueva identidad (desde ahora se llamará Florencia) y va perdiendo contacto gradualmente con su vida anterior y su familia biológica. Creo que está muy bien captado el funcionamiento de la memoria, cómo los recuerdos reprimidos pasan a formar parte del inconsciente y empiezan a aflorar en sueños, dibujos o flashes causados por una imagen asociada al pasado. Lo que no me termina de cerrar es la relación de Florencia/Emilia con sus padres/captores y con el pasado. En alguna oportunidad cuando Emilia es pre-adolescente y la dictadura llega a su fin, las conversaciones con sus padres nos permiten darnos cuenta de que tanto ellos como la niña son conscientes de que sus padres eran "guerrilleros tirabombas" asesinados por la dictadura militar. Sin embargo, Florencia, tanto de adolescente como siendo una mujer joven, parece seguir ignorando esos recuerdos, no le cuenta a nadie su verdadera identidad ni su historia, ni se contacta con su abuela, aunque sabe que ella la está buscando. Quizás es un aspecto de la novela que no supe decodificar correctamente, pero la reacción de Florencia a medida que va tomando consciencia de la verdad parece demasiado suave para la intensidad de lo revelado. No hay bronca, ni deseo de justicia, ni reivindicación de la identidad usurpada. Y no digo que no haya niños apropiados que hayan reaccionado así ante la revelación de su identidad, pero dada la historia de Emilia que se despliega en la novela, sí lo esperaba de ella. Es interesante el acercamiento de la voz narrativa a Florencia en esa parte de la narración: se torna poética, simbólica, como si fuese imposible seguir narrando desde la simple crónica algo que ya no tiene que ver concretamente con los hechos sino con un paisaje emocional: la conmoción interna de saberse dos, y de asumir esa otra identidad perdida.

También debo decir que encontré algunos errores, supongo que del corrector o el editor, que tienen que ver con la coherencia interna de la novela. En una entrevista con la directora del colegio en el año 1983, la madre adoptiva de Florencia dice que ella tiene 9 años, cuando la cronología de la novela indica que tiene 12 (fue secuestrada en 1976 a los 5 años). También hay varias confusiones del nombre del padre adoptivo de Florencia (Enrique) con el de su padre biológico (Ernesto). Primero pensé que era una cuestión deliberada, para reforzar la confusión que siente Emilia ante la adopción, pero la voz narrativa de la novela y los momentos en que esto sucede no parecen justificar esta lectura.

En general es una novela entretenida, de fácil lectura, difícil de soltar una vez que se la empieza, y que nos acerca a un tema delicado y sumamente complejo como es la apropiación de niños y la usurpación de la identidad. Desencadena la reflexión, y eso siempre es valiosísimo en una novela.